• Esta actitud “cerrada” es más evidente en la zona norte, donde apenas un cuatro por ciento de los hogares visitados, en promedio, fueron abiertos a colaborar en el combate a la pandemia.
  • Muchos se niegan a recibir a los expertos y casi les tiran la puerta en las narices; otros dicen que no quieren responder al interrogatorio de rutina y, muchos más, aseguran que nunca permitirán la toma de muestras para confirmar si están contagiados.
  • Honduras debería de aspirar a practicar 1,000 pruebas diarias, pero en el inmediato plazo nada más se llegaría a 500.

Los esfuerzos que se realizan para conocer cómo está diseminado el nuevo virus en Honduras, dónde se encuentran los focos de infección y quiénes son los infectados, van cuesta arriba.

Hay mucha resistencia de parte de los pobladores que son visitados “casa por casa” por grupos de especialistas que han sido enviados para realizar encuestas que hagan posible saber el estado de salud y determinar si es necesaria o no la aplicación de pruebas rápidas de detección.

Son varios los que se niegan a recibir a los expertos y casi les tiran la puerta en las narices; otros dicen que no quieren responder al interrogatorio de rutina y, muchos más, aseguran que nunca permitirán la toma de muestras para confirmar si están contagiados.

Incluso, quienes presentan signos de alarma que sugieren que están infectados, se niegan a someterse a exámenes de laboratorio. Este comportamiento dificulta la identificación de los portadores del virus, mucho más a los asintomáticos.

Esta actitud “cerrada” es más evidente en la zona norte, el epicentro de la pandemia y donde se espera que dentro de tres semanas el número de infectados subirá a 250,000. En dicha región, apenas un cuatro por ciento de los hogares visitados, en promedio, fueron abiertos a colaborar en el combate a la pandemia.

En las ciudades grandes, particularmente el Distrito Central y San Pedro Sula, para citar algunos ejemplos, ha sido una contante el desorden, el tumulto, el caos.

La gente no ha hecho caso. Ha salido en “manada”, sin mascarillas, sin observar el distanciamiento social y las otras medidas de prevención en las que siempre hacen énfasis los médicos que batallan diariamente contra el patógeno.

Sumado a ello, Honduras está muy a la zaga en lo que respecta a la detección de casos. No es sino hace pocos días atrás que el número de muestras se incrementó con la expectativa de procesar unas 500 diarias.

En Honduras, se han practicado alrededor de 4,000 pruebas, mientras El Salvador ya completó 25,000 exámenes; Costa Rica lleva más de 13,000; y Guatemala sobrepasó los 7,000 diagnósticos.

Los versados en epidemiología han enfatizado en que la clave para detener la pandemia está en volver intensa y colectiva la práctica de exámenes para la detección de casos.

En el área centroamericana y en el continente, Costa Rica ha sido puesto como el país referente que ha logrado controlar la propagación del nuevo virus y mantener la tasa de mortalidad más baja, menos del uno por ciento.

A casi dos meses de haber detectado el primer caso de covid-19, Costa Rica aún no tiene contagios comunitarios y registra la cifra más alta de pacientes recuperados que casos activos, además de haber conseguido avances en el estudio y tratamiento del nuevo virus.

Un sistema de salud público universal, la adopción de medidas fuertes y oportunas, una actitud consciente de la población y la puesta en marcha de esfuerzos científicos, son las claves que han permitido a Costa Rica convertirse en el único país del continente que ha logrado detener la propagación exponencial del mal.

En Honduras, la resistencia de la población que todavía cree que el covid-19 es un “invento” o una “falsa plaga” y el estrecho margen de diagnóstico, son los hoyos negros que vuelven más difícil la lucha contra la pandemia.