Se esperaba que regresaríamos hoy a la primera fase de la reapertura de la economía, pero no ha sucedido así. La decisión en este orden podría tomarse en los próximos días, en un intento por suministrar oxígeno al aparato productivo y salvar de su muerte al mayor número de trabajos que sea posible.

Después de cuatro meses durante los cuales la economía ha permanecido enclaustrada, el retorno a la normalidad condicionada por la pandemia es una cuestión de “vida o de muerte”. No tenemos otra opción que no sea la de volver al trabajo para llevar nuestros indicadores productivos a sus niveles razonables de estabilidad.

No ignoramos que la fuerza arrasadora del Covid-19 nos dejará una economía en recesión con graves implicaciones sociales. Pero hay que conjugar acciones dirigidas a no dejar que nuestros rubros productivos expiren, que los puestos de trabajo fallezcan y que la población sea condenada a vivir en mayor pobreza.

Es tiempo que la economía vuelva a abrir. Las circunstancias actuales son diferentes a las que predominaban antes de que retrocediéramos a la fase número cero: Está en operación una red de centros de triaje y se han integrado varios equipos de expertos que desarrollan tareas de campo, dos líneas de intervención que han contribuido a aliviar la presión de la pandemia.

En los días que corren nos enfrentamos a tres niveles de responsabilidades: El primero que involucra al Gobierno, el segundo que compromete a los empresarios, industriales y emprendedores, y el tercero que toca a la población.

Las autoridades del país están desafiadas a lograr, por fin, la estructuración de un plan de acciones orientado a robustecer la respuesta del sistema sanitario y a encontrar el punto de intersección con la actividad del aparato productivo nacional y con la necesidad de atender la demanda de grandes sectores sociales, cuyas condiciones de vida han ido en gran menoscabo.

En las circunstancias de contracción por las que pasamos los hondureños desde la segunda quincena de marzo, es un mandato que se restablezcan progresiva, racional e inteligentemente todos los rubros de la economía. Es urgente que vuelvan a la vida la grande, mediana y pequeña empresa.

Una de las actividades que tendría que ser reactivada en un plazo inmediato es el transporte y, en el período mediano, los centros comerciales, las tiendas por departamento, los restaurantes –que por ahora sólo atienden mediante entregas a domicilio o para llevar- y los sectores turístico, cultural y deportivo.

En las mesas multisectoriales para la crisis debe ser analizada la extensión de las jornadas de trabajo, con miras a generar producción, elevar el circulante y estimular la capacidad adquisitiva de la gente.

Hay que darle empuje a una iniciativa coherente que permita el desplazamiento de personas y la circulación de autos de lunes a sábado, a efecto de que la población tenga mayor margen de movilización y de tiempo productivo. Así, y no de otra manera, es como la reactivación de la economía desembocará en los objetivos perseguidos.

De su parte, el sector privado -en sus diferentes escalas- tiene la obligación de implantar rigurosamente y sin relajamiento medidas de bioseguridad, en sintonía con el cuidado celoso de sus colaboradores, clientes y proveedores.

Y en lo que toca a la población, la responsabilidad es clara y puntual en cuanto a la observación exacta y oportuna de todos los protocolos que desde ahora son inherentes a nuestra realidad y cualidad de vida: El uso de mascarilla, el constante lavado de manos y la distancia social.

Si todos estos elementos a los que hemos hecho mención no están concatenados, no podemos aspirar a reavivar la economía, salvar empleos y proveernos de todas las herramientas y recursos que hagan posible que la pandemia del covid sea un punto de partida para reconstruir la plataforma productiva y social de Honduras.

¿O nos estacionaremos en la fase de contaminación por el virus de la pobreza, el desempleo y el hambre? Así ocurrirá si nos quedamos postrados en lugar de responder a la crisis de manera integral.