Desde finales del 2019 quedó engavetada en el Congreso Nacional una iniciativa orientada a incrementar la cantidad de años de cárcel a los pirómanos, a través de una serie de enmiendas a varios artículos de la Ley Forestal. En 2024, la quema criminal de los recursos naturales dañó unas 300 mil hectáreas de bosque, causándole al país la pérdida de unos 20 mil lempiras por cada hectárea arrasada por el fuego. La mano criminal ha impactado de tal manera el recurso forestal de Honduras que recuperar el bosque quemado nos tomará no menos de dos décadas de trabajo y una multimillonaria inversión de recursos que tampoco tenemos. Pero aún en la magnitud de los daños y las consecuencias derivadas de los incendios forestales, y la bárbara impunidad que campea en favor de los pirómanos, la institucionalidad y la gobernanza de turno no parecen reaccionar, ni antes ni ahora, ni nunca. Mientras la destrucción e irreparable daño se ceba contra uno de los recursos más preciados que tenemos, al pirómano se le castiga con multas de 20 lempiras diarios, a razón de 225 días de sanciones pecuniarias. Si es que se “salva” de ir a la cárcel, como sucede con el 98 por ciento de los criminales ambientales que aquí no terminan siendo condenados, pagará entonces sólo la irrisoria suma de 4,500 lempiras. Vivimos en el país de la impunidad ambiental. Continuamos permisivamente siendo tolerantes y hasta indiferentes frente al accionar de los que impunemente atentan contra nuestra misma supervivencia y nuestra calidad de vida. E insistimos, ni las consecuencias devastadoras nos hacen reaccionar. Un reciente estudio del Colegio de Ingenieros Forestales concluyó qué entre mayor número de incendios y hectáreas quemadas, mayor es el efecto en la pobreza. Y frente al daño medioambiental, ni que decir. Al quedar descubierta la superficie, disminuye la humedad del suelo con graves daños al aparato productivo. Pero ni esto ni las consecuencias que sufre la biodiversidad, sobre todo para las especies que habitan los bosques de coníferas, hacen enfilar las baterías del entramado legal contra los criminales ambientales. Atentar contra la naturaleza, meterle fuego al bosque, es un crimen contra nosotros mismos, y un pecado contra Dios, decía el recientemente fallecido papa Francisco. Pecamos cuando no reaccionamos ante la destrucción premeditada y criminal de su creación. Criminal es que se le meta fuego al bosque, pero un comportamiento de grave inmoralidad es que lo permitamos, decía Francisco. Lo que está pasando en el país es grave, es siniestro. Ya hace bastante tiempo atrás HRN ha venido hasta clamando que se endurezcan las penas y la misma legislación ambiental. Desde la Voz de Honduras emplazamos a la institucionalidad a reaccionar y actuar. Pero también exhortamos a la ciudadanía a empeñar como un deber moral y social, el cuidado y respeto a la naturaleza, a perseguir a los criminales, a clamar justicia y reclamar castigo. La naturaleza y los recursos nos los ha heredado Dios para ser los mayordomos. Cuidarlos es una obligación y denunciar y perseguir a los que los destruyen, es el deber de todos.