El informe global sobre crisis alimentaria de este año reveló que unos dos millones 600 mil hondureños, otros informes dicen que son más de tres millones, están en crisis o en emergencia de inseguridad alimentaria, mientras unas 270 mil personas se suman cada año a la población amenazada por la falta de alimentos.

Datos divulgados entre la semana anterior y ésta por HRN, revelaron también que anualmente el área productiva del país se va reduciendo en unas tres mil manzanas mientras la demanda anual de maíz aumentó ya a los 26 millones de quintales.

Nos volvimos entonces, en un país en el que casi el 40 por ciento de su territorio es de vocación agrícola,  deficitario en producción de granos básicos.

 Con una superficie sembrada de unas 480 mil manzanas sólo para el cultivo de maíz, no somos capaces de producir lo que el pueblo hondureño demanda. 

Honduras produce unas 590 mil toneladas métricas del grano, mientras la demanda es de aproximadamente 960 mil toneladas métricas. ¡Hemos estado los últimos años entonces, importando unos 370 mil quintales de maíz anuales!...¡Vaya contradicción!

Somos deficitarios en la producción del alimento vital del hondureño, a pesar de las 1.8 millones de hectáreas de tierras cultivables de las que disponemos en los 112 mil 492 kilómetros cuadrados de territorio nacional.

En los últimos años la cosecha de maíz ha ido cayendo en unos cinco millones de quintales anuales, mientras entre el 30 y 40  por ciento de áreas cultivables ya tecnificadas han dejado de ser utilizadas, aún con la fuerte inversión que para los pocos productores la tecnificación implica.

¿Qué es lo que ha pasado entonces, en un país de una fuerte vocación agrícola, en la que el productor, pequeño o grande, no se podría dar nunca el “lujo”  de dejar ociosa la tierra?

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¿Qué es, lo que en esencia, impide que todas nuestras potencialidades y recursos, a través de los años, de nuestra historia, no se puedan aprovechar a pesar de que no sea solamente un problema de financiamiento, de dinero?

¿Por qué, con la cantidad de tierras cultivables disponibles, tenemos que importar el 75 por ciento del arroz que consumimos los hondureños?

En HRN nos hemos venido haciendo la misma pregunta. ¿Por qué el campesino hondureño es el que menos riqueza produce en comparación con sus homólogos centroamericanos, mientras su labranza es la que menos rendimiento y productiva da por hectárea sembrada?

En términos del producto interno bruto agrícola nominal, el maíz aporta entre el 19 y 20 por ciento, pero el productor del grano básico de la dieta alimentaria del pueblo hondureño es el que menos riqueza se genera en comparación con sus homólogos centroamericanos.

¿Qué falló entonces? No pudimos sostener nuestros niveles productivos en relación a la demanda nacional y más bien retrocedimos de tal forma que ahora tenemos que importar.

Con las suficientes tierras cultivables trabajadas por unos  200 mil productores de subsistencia y otros 200 mil dedicados al cultivo de frijol, con más de tres mil agricultores tecnificados, nos convertimos en un país deficitario en producción.

Lo que ha  ocurrido  en el campo evidencia el fracaso de la institucionalidad, de todos los gobiernos que hemos tenido, mientras cada año unos 270 mil hondureños se van sumando a esa población en precariedad y amenazada de no tener nada que llevar a su mesa.

¿Acaso es que solo vamos a seguir y seguir echándole la culpa a los que estuvieron mientras no son capaces de justificarle a la gente porqué los eligieron?