El Salvador aumentó en 682 millones de dólares su Producto Interno Bruto en relación al 2021 para totalizar 7, 887 dólares al cierre del 2022, mientras Honduras cerraba con un PIB de un poco más de 2,400 millones de dólares.    

 ¿Cómo es que nos hemos ido quedando atrás en la región centroamericana, en comparación con las economías de los países vecinos y más cercanos a nosotros?    

La economía guatemalteca medida por el Producto Interno Bruto real creció el año anterior por encima del 4.3 por ciento como resultado de su consumo privado y de la formación bruta de capital fijo o inversión, y sus mayores volúmenes de exportaciones, mientras el déficit comercial de Honduras crecía en más de un 18 por ciento al cierre del 2022.     

 ¿Qué es lo que entonces se ha estado haciendo mal en nuestro país, más allá de los contextos exógenos que han agravado las crisis múltiples, económicas, sanitarias, sociales y ambientales, y que uno no puede soslayar, han tenido un fuerte impacto en todos los indicadores internos nacionales?      

Bueno. Estos y los demás indicadores que nos ubican en la cola en desarrollo humano y económico en la región, y no digamos, en América Latina, son el resultado de la falta de una visión de país.

Son la consecuencia del cortoplacismo y la frágil consolidación de políticas públicas; de la ausencia de planes de nación que extrapolen a los cuatro años que dura un gobierno y que impiden que Honduras pueda y haya podido avanzar a una planificación de desarrollo sostenible y bienestar general de su población.

No hay otra forma de explicar, coinciden economistas y organismos de sociedad civil, porqué el país se ha ido quedando atrás mientras los niveles de pobreza y desigualdad fueron aumentando por encima de los escenarios previos a la peor pandemia sanitaria que nos tocó enfrentar en los últimos siglos.

Los indicadores de desarrollo humano de Honduras están entre los más bajos de América Latina, y un niño que nace hoy en el territorio nacional, según un reciente estudio del Banco Mundial, sólo alcanzará a lo más, un 45 por ciento de productividad en su vida adulta, sino fuese que tuviera una educación completa y una salud plena.                                                                 

Pero aquí, entre tanto, han estado concentrados los que nos dirigen, o los que nos han llevado a este desfiladero, en alcanzar sus metas partidarias de corto plazo, apostando a gobernar con los mismos métodos e iguales resabios. 

Nos quedamos cortos, haciendo lo mismo, mientras el grueso de la población no tenía acceso a mejores estadios y condiciones de vida, mientras la agenda de las cúpulas partidarias trazaba sobre sus intereses, los objetivos inveterados para controlar el aparato estatal y llegar a gobernar cuatro años sobre los mismos basamentos.

Perdimos un tiempo valioso para mejorar la gobernabilidad y la calidad de las instituciones, mientras nos olvidamos de abordar los problemas de captura del Estado de Derecho e impunidad.

Lo que se nos viene encima podría ser peor de lo que ya es, sino retomamos el enfoque para impulsar el crecimiento y la competitividad, sino generamos las condiciones para atraer la inversión, sino promovemos la inclusión mediante el acceso a servicios y empleos de calidad, sino apostamos a una mejor gobernanza y a un confiable clima empresarial.

 ¡Eso es lo único que hará posible el crecimiento inclusivo de Honduras!

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