En lo que podemos catalogar como una expresión mayúscula de incapacidad, falta de voluntad, desconocimiento y caótico manejo de la pandemia, Honduras está sumergida en la incertidumbre respecto a la contratación, distribución y administración de la vacuna contra el covid.

No tenemos asegurada la provisión de los compuestos para la inmunización masiva de los hondureños, mientras que El Salvador ha comenzado a inocular a su gente, Nicaragua está a las puertas de aplicar el desarrollo ruso Sputnik V y Costa Rica avanza a pasos agigantados en esta tarea.

Ante semejantes credenciales de negligencia e inacción, los funcionarios gubernamentales han recurrido al expediente menos digno: evadir la responsabilidad y relevar su culpa.

Sin contemplaciones de ningún tipo, los altos cargos de la actual administración han señalado que son los representantes de la Organización Panamericana de la Salud quienes deben dar explicaciones de por qué la vacuna anti-covid no llegará en febrero, sino en una fecha no precisada.

Y en esa misma línea de justificaciones inaceptables y de pretextos socorridos, los personeros gubernamentales han sostenido que están muy avanzadas las pláticas directas con las farmacéuticas Pfizer, Moderna AstraZeneca y que exploran un acercamiento con Rusia para la obtención de su propuesta científica Sputnik.

Es evidente que el Gobierno de Honduras entró en el letargo y que hizo descansar todo en el mecanismo Covax de abastecimiento de vacunas para los países menos desarrollados.

Se dejó de soslayo la construcción de un plan estratégico de negociaciones directas, en tiempo y forma, con las empresas desarrolladoras de las vacunas.

Con previsión, compromiso y presteza es como procedieron los vecinos países, donde las fases de contratación, entrega por fases, traslado, conservación, distribución y administración de los inoculantes siguen su línea de tiempo.

En estas naciones cercanas, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica, las jornadas de inmunización -en sus diferentes etapas y conforme a los grados de exposición de los grupos poblacionales- han generado esperanza de vida y credibilidad en el manejo de la pandemia.

En lo que toca a nuestro país, lo que domina es la falta de transparencia, la inseguridad, el desasosiego y el temor frente a una emergencia epidemiológica que no ha podido ser bien llevada y que, más bien ha recrudecido.

El sistema hospitalario público muestra una ocupación entre el 80 y el 100 por ciento, las salas covid, las unidades de cuidados intensivos están saturadas y las estructuras móviles compradas por Invest son un "monumento a la corrupción".

¿No son estos indicadores la manifestación de la inoperancia, dejadez y discordancia en la gestión del covid-19?

Honduras es el país que más fondos ha dirigido, un promedio de cuatro mil millones de dólares, en contraste con una suma de dos mil millones de dólares que cada una de las naciones vecinas han orientado para batallar contra la contingencia sanitaria.

Si no se da un cambio de rumbo para volver eficiente el manejo de la pandemia, los resultados para Honduras pueden ser "catastróficos" e irreversibles, si es que no desfallecemos en la etapa de cuidados intensivos en que nos encontramos.

Te podría interesar: Entre 2005-2020 se cometieron 6,400 feminicidios en Honduras; 6 mil siguen en la impunidad