Los interventores de la ENEE han emprendido acciones tendientes a identificar a los morosos, pero muy particularmente a quienes hurtan energía eléctrica.

Al tenor de lo que nos han dicho los comisionados, la empresa pierde entre 18 y 22 millones de lempiras diarios por robo de energía y que al año se traducen en 8,000 millones de lempiras.

Y, a renglón seguido, han significado que las pérdidas técnicas y No técnicas alcanzan el 36 por ciento, un indicativo de que el estado de la ENEE ha empeorado.

Un punto en el que debemos reparar es que la cacería que los interventores dicen haber iniciado es más bien un espejismo y una medida muchas veces repetida con resultados infértiles.

Así ha sucedido, porque en todas las oportunidades en que se ha recurrido a dicho expediente, se ha hecho más escándalo, obtenido menos resultados y provocado falsas expectativas por su carácter descoordinado, cortoplacista y bullicioso.

Más pareciera que los interventores de la Enee están interesados en crear la percepción que la debacle de la estatal radica enteramente en el robo de energía y en la evasión del pago por consumo de parte de los grandes consumidores, preferentemente.

Es cierto que esas irregularidades pesan sobre el balance de la institución; No obstante, la hecatombe financiera, operativa y de administración de la ENEE tiene una génesis mucho más profunda y compleja.

Está vinculada muy directamente con los contratos leoninos y de consecuencias verdaderamente inicuas con las que ha cargado la entidad estatal por décadas enteras.

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Es verdad que las pérdidas por hurto de energía son cuantiosas, No menos de 8,000 millones de lempiras al año, pero es peor el déficit por los cargos fijos y por las estratosféricas cantidades de dinero que hay que entregar a los generadores de potencia.

Justamente porque los funcionarios incapaces que han llegado a dirigir o intervenir la ENEE han optado por colocar parches o por presentar artificioso programas de acción, es que nunca se ha avanzado en el rescate de la institución.

En la actual fase de intervención es minúsculo aquello que se ha hecho para sacar a la Enee de su "cataclismo". Han sido más palabras pronunciadas, demasiados compromisos asumidos y menor el rendimiento.

La ENEE arrastra con un pasivo total de 83,000 millones de lempiras, un déficit acumulado de 63,000 millones y cuentas pendientes con los proveedores que hasta julio de 2021 ascendían a 13,000 millones.

¡Y lo que nos faltaba! Ahora los interventores pretenden aparecer como los grandes redentores de una empresa que poco a poco fue introducida en un proceso de destrucción por la malévola complicidad entre ciertos políticos, empresarios, industriales, inversionistas y parte de la cúpula sindical en la gestación de negocios y "movidas" que han llevado a la ENEE a un triste desenlace.

A decir verdad, la estatal eléctrica ya es un cadáver. ¡Que No nos sigan mintiendo con medidas "fantasiosas" ni intervenciones "de fachada" los que desafortunadamente administran los restos de una empresa que era parte de nuestros activos nacionales.

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