El plan trazado para reducir al aeropuerto Toncontín a la única operación de vuelos nacionales, es un tema que ha sido colocado otra vez en la mesa de las discusiones.

Con ocasión de las tormentas Iota y Eta que nos abatieron en las semanas precedentes, la terminal capitalina se ha mantenido habilitada para recibir ayuda humanitaria como también aconteció durante el desplazamiento arrasador del huracán Mitch en 1998.

El movimiento de organizaciones civiles y de agrupaciones empresariales ha resurgido en defensa de Toncontín y en contra de que no quede restringido a vuelos domésticos, como es la decisión adoptada una vez que entre en funcionamiento Palmerola, en Comayagua.

Y es que la controversia alrededor de aeropuerto capitalino ya lleva muchos años y nunca hemos podido aterrizar en un análisis fundamentado en el abordaje de todas las fortalezas y oportunidades que ofrece la terminal, en contraste con sus puntos de riesgo.

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Traemos a memoria que hace 12 años Toncontín fue cerrado luego que un avión se salió de la pista durante el aterrizaje con un balance de cinco muertos. Tres años después, en 2011, una aeronave que se dirigía de San Pedro Sula se estrelló en su aproximación a Tegucigalpa.

Estos siniestros fueron aprovechados por los grupos que habitualmente se han decantado por sus intereses particulares y han obviado las conveniencias colectivas en cuanto al desarrollo de las oportunidades de aeronavegación para Tegucigalpa.

La pelea entre quienes propugnan por la operación de Toncontín como destino doméstico e internacional y aquéllos que han presionado para que sea cerrado o disminuida su categoría, se ha librado más al influjo de sectores que han ido en busca de ventajas no siempre legítimas para ellos.

En el debate que tiene que ver con el destino de Toncontín y que ya lleva varias décadas, No se le ha concedido el suficiente espacio a los expertos que han arrojado buenas luces técnicas, jurídicas y financieras.

Están en avance las obras dirigidas a la habilitación de Palmerola, en Comayagua, para sustituir las operaciones de Toncontín y atraer la llegada de más líneas aéreas con la idea "artificiosa" de convertir a Honduras en un centro logístico y en un destino estratégico para el transporte de carga y de personas. Sabemos que es un caso juzgado.

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Conocemos, igualmente, que hay muchos aspectos que están en tela de juicio en lo relativo a las cláusulas negociadas con la concesionaria de Palmerola, en perjuicio del Estado de Honduras.

Nos ha dejado clavada la espina de la desconfianza que se haya cedido la administración y operación de aeropuerto Toncontín al mismo consorcio favorecido con la concesión de Palmerola sin haber sometido el proceso a una debida licitación.

Si el discusión sigue siendo dirigida por los criterios políticos y los "arreglos bajo la mesa", como ha acontecido hasta hoy, estaremos frente al riesgo de que la capital se quede aislada, sin planes de competitividad y que, en términos generales, la economía del país sufra un declive más profundo.

La alternativa más conveniente para Honduras está dada por un esquema de operación del aeropuerto capitalino para vuelos, tanto locales como  internacionales. Solamente en 2019, Toncontín reportó un tráfico de más de 80,000 pasajeros nacionales y 289,000 viajeros extranjeros, lo que pone de relieve la importancia estratégica de la capital como centro político y económico del país.

Si no lo visualizamos en esa ruta, nos exponemos a fracasar en un nuevo intento por buscarle una respuesta al viejo dilema del Toncontìn y estaremos provocando la muerte de Tegucigalpa.