En Honduras siete y hasta ocho de cada diez centros educativos públicos están reprobados en su infraestructura física y sanitaria. Es decir, que la mayoría de las escuelas y colegios padecen de algún tipo de malas condiciones en sus instalaciones y una franca precariedad en sus servicios públicos.

Una lamentable realidad que se agrava en la medida en que la pedagogía ha probado ya la ensanchada y directa relación que hay entre la infraestructura escolar y el rendimiento académico; el papel trascendental y determinante que la infraestructura juega para mejorar la calidad de la educación pública y su interacción con el desempeño económico del país.

Aulas e instalaciones en condiciones físicas aceptables son claves para que los alumnos obtengan buenos y excelentes resultados académicos. Es decir, el estado físico de los más o menos 12 mil centros educativos que tiene el país, afecta directa y positivamente el desempeño del alumnado hondureño. Y eso es algo que hace mucho tiempo se sabe.

El buen estado de la infraestructura tiene una estrecha relación con el aprendizaje, tanto o igual como los demás insumos pedagógicos, la calidad de los docentes, los recursos tecnológicos, el mismo ambiente familiar.

Un estudio hecho años atrás por la UNESCO concluyó que las condiciones físicas de los centros escolares en los países de América Latina condicionan las tasas de deserción estudiantil, de asistencia del alumno durante el año escolar y hasta los mismos niveles de matrícula estudiantil.

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Miren sino la importancia que el buen estado de las instalaciones físicas tiene en la formación integral de los niños y jóvenes hondureños!. La infraestructura escolar posibilita entonces que los alumnos reciban sus clases en condiciones dignas mientras asegura su asistencia a las aulas y acrecienta su interés por el método enseñanza aprendizaje de docentes y estudiantes.

El mismo estudio de la UNESCO revelaba también que el promedio de profesores que no llegaban a impartir cátedra en sus centros educativos en los que las condiciones físicas y sanitarias eran buenas, era mucho menor que la de las escuelas y colegios en los que los maestros enseñaban bajo una infraestructura física deplorablemente deteriorada.

Pero lamentablemente nuestras autoridades no lo han entendido aún y decimos esto cuando nos damos cuenta que después de un año y cuatro meses desde que nos cayó la pandemia, cerrando escuelas y confinando en sus casas a alumnos y docentes, poco o nada hicieron para reparar o reconstruir los centros educativos cuyos techos y paredes están a punto -si es que ya no- de venirse abajo. No hicieron nada a pesar de haber tenido el tiempo suficiente y las condiciones financieras para trabajar en la infraestructura escolar deteriorada!


No se han dado cuenta que la inversión en infraestructura escolar es fundamental para garantizar el acceso y regreso de los estudiantes a las aulas! No entendieron que el buen estado de las condiciones físicas y sanitarias, además, obviamente, de los otros insumos educativos, es determinante para mejorar -desde una propuesta estructural- la calidad educativa y reducir la desigualdad que prima entre la educación pública y privada de Honduras.

La eficiencia educativa, autoridades del gobierno, no sólo se mide por la calidad de la enseñanza sino además por las condiciones en las que ésta se recibe.

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