La educación es un tema que históricamente ha estado relegado, porque no ha formado parte de las políticas públicas, y la emergencia sanitaria ha agudizado los problemas asociados con la cobertura, calidad, formación docente, infraestructura y otros elementos.

Los pobres son quienes más han sufrido el menoscabo. En relación con los alumnos del sector privado, la pérdida de enseñanza entre los estudiantes de los centros estatales es de por lo menos 30 por ciento.

Informes elaborados por órganos de la sociedad civil ponen de relieve un dato preocupante: la generación de 2020 y los años subsiguientes muestra una significativa pérdida de habilidades escolares.

La diferencia de aprendizaje entre los alumnos de las escuelas públicas y aquéllos que son instruidos en los establecimientos privados se ha incrementado de dos a tres años de aprendizaje.

Este desbalance va de la mano de la cobertura excluyente del sistema. Para 2019 la cobertura educativa en los grados séptimo, octavo y noveno, era de 48 por ciento, pero actualmente abarca un 44 por ciento.

En el nivel secundario, que abarca a los menores entre 15 y 17 años, el acceso no llega ni siquiera al 30 por ciento, lo que es catalogado por los entendidos como "una grosera discriminación" de las nuevas generaciones de Honduras y una "negación" del derecho irrenunciable a la educación.

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Los analistas tienen un criterio uniforme en el sentido que la falta de voluntad para que, tanto niños como jóvenes del sistema público tengan una educación digna y gratuita, ha desencadenado el alto índice de deserción escolar.

En 2019, un año antes de la pandemia, la educación pública atravesaba por serios problemas. En gran manera, los niños y jóvenes  salieron de sus aulas de clases, debido al alto índice de inseguridad y de pobreza.

La crisis tomó un rumbo más errático en 2020, cuando cuatro de cada diez alumnos dejaron abandonados sus centros de estudio por las dificultades para conectarse a las clases virtuales, a la falta de recursos económicos y a que cayeron en un estado de desaliento al ser desligados de su entorno educativo.

La conclusión es que la formación del capital humano de Honduras está descuidada; se ha echado de menos, lo que se interpreta como un trágico destino para las nuevas generaciones del país, marginadas del derecho a ser introducidos en una educación de calidad, justa, equitativa y pertinente.