Pero en Honduras, siete de cada diez centros educativos públicos están reprobados en su infraestructura física y cuatro de cada diez escuelas carecen del vital servicio de energía eléctrica, según los hallazgos de un estudio hecho por la Universidad Pedagógica Francisco Morazán.

Es decir, que la mayoría de las escuelas y colegios tienen instalaciones precarias y desconectadas de los servicios públicos vitales.

Una lamentable realidad que se agrava en la medida en que la pedagogía ha probado ya la ensanchada y directa relación que hay entre la infraestructura escolar y el rendimiento académico; el papel trascendental y determinante que la infraestructura juega en la calidad educativa y su interacción con el desarrollo económico y social de la población.

Aulas e instalaciones en condiciones físicas aceptables son claves para que los alumnos obtengan buenos y excelentes resultados académicos. Sin duda, que el estado físico de los 17 mil 500 centros educativos que hay en el país, impacta el desempeño del alumnado. Y eso es algo que hace mucho tiempo se sabe.

El buen estado de la infraestructura tiene una estrecha relación con el aprendizaje, tanto o igual como los demás insumos pedagógicos, la calidad de los docentes, los recursos tecnológicos y el mismo ambiente familiar.

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Un estudio hecho años atrás por la UNESCO concluyó que las condiciones físicas de los centros escolares en los países de América Latina condicionan las tasas de deserción estudiantil, de asistencia del alumno durante el año escolar y hasta los mismos niveles de matrícula estudiantil.

Miren sino la importancia que el buen estado de las instalaciones físicas tiene en la formación integral de los niños y jóvenes hondureños!

La infraestructura escolar posibilita entonces que los alumnos reciban sus clases en condiciones dignas mientras asegura su asistencia a las aulas y acrecienta su interés por el método enseñanza aprendizaje de docentes y estudiantes.

Otro reciente estudio también internacional revelaba que el promedio de profesores que no llegaban a impartir cátedra en sus centros educativos en los que las condiciones físicas y sanitarias eran buenas, era mucho menor que la de las escuelas y colegios en los que los maestros enseñaban bajo una infraestructura física deplorablemente deteriorada.

Pero lamentablemente nuestras autoridades no lo han entendido aún. Más de 8 mil escuelas públicas no tienen electricidad y dos de cada diez carecen del esencial suministro de agua potable.

Como sociedad no hemos dimensionado que la inversión en infraestructura escolar es fundamental para garantizar el acceso y regreso de los estudiantes a las aulas.

El presupuesto que se le dio este año a la Dirección General de Construcciones Escolares y Bienes Inmuebles de la Secretaría de Educación para la reparación de instalaciones de establecimientos educativos, fue de 441 millones de lempiras.

No hemos entendido que el buen estado de las condiciones físicas y sanitarias, además, obviamente, de los otros insumos educativos, es determinante para mejorar -desde una propuesta estructural- la calidad educativa y reducir la desigualdad que prima entre la educación pública y privada de Honduras.

La eficiencia educativa no sólo se mide por la calidad de la enseñanza sino además por las condiciones en las que ésta se recibe.

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