Honduras sigue siendo uno de los países más pobres de Centroamérica. A pesar de que en 2023 el país exhibió una tasa de crecimiento económico del 3.6% y atrajo más de 1000 millones de dólares en inversiones extranjeras, la realidad subyacente es menos alentadora. Con tasas elevadas de pobreza y pobreza extrema, y más de 2.3 millones de hondureños enfrentando problemas de empleo, estos números de crecimiento e inversión merecen un análisis crítico.

La informalidad laboral afecta al 78% de la población ocupada y representa más del 46% del Producto Interno Bruto (PIB). Esto refleja una estructura económica que sigue sin abordar las necesidades fundamentales de la mayoría de los hondureños. Aunque a primera vista el incremento en la inversión extranjera y el crecimiento económico podrían parecer positivos, la realidad es que el 97% de esa inversión fue reinversión de utilidades. Esto implica préstamos entre empresas o compras de acciones, lo cual, dada la falta de disponibilidad de dólares en el país, no ayuda a generar los empleos formales y estables que son críticos para combatir la pobreza.

Entonces, surge la pregunta: ¿Cuál debería ser el crecimiento económico idóneo para Honduras? Aunque no hay un número mágico o una fórmula específica que garantice un crecimiento que automáticamente reduzca la pobreza, la desigualdad y la informalidad, es claro que cualquier solución efectiva debe incluir el desarrollo de políticas públicas robustas. Estas políticas deben estar diseñadas para explotar los recursos nacionales de manera sostenible y responsable.

Por tanto, mientras el Gobierno celebra ciertos avances económicos, es crucial recordar que estos deben traducirse en mejoras tangibles para la vida de sus ciudadanos. Sólo a través de un cambio estratégico y comprometido en la formulación de políticas públicas podemos aspirar a un futuro donde la prosperidad sea una realidad accesible para todos los hondureños.

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