La generación de empleo es clave para disminuir la desigualdad social y económica en países como Honduras, presionados por la pobreza y por la necesidad de sacar de la postración el aparato productivo.

Ocho de cada diez hondureños que realizan alguna actividad lo hacen en el sector informal y cerca de tres millones se encuentran en inestabilidad laboral, desempleados, desalentados o enfrentan cualquier otra circunstancia muy desfavorable.

Ésta es una condición patética, porque significa que en Honduras está estancada la generación de empleo, que la mayoría de la población simplemente sobrevive y que los reducidos puestos laborales que existen son precarios.

El desempleo no retrocedió en los diez años recientes. Se mantuvo entre cinco y seis por ciento entre 2013 y 2019, y subió hasta el 11 por ciento en 2020, cuando la economía se desplomó y retrocedió 10 puntos a causa de la pandemia. 

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En los dos años anteriores, la economía tuvo una insignificante recuperación que se reflejó en el descenso de apenas un par de puntos en el porcentaje de hondureños que no tienen trabajo o que están subempleados, al pasar de 11 a nueve por ciento.

El desempleo impacta en más del 70 por ciento de los hondureños que son pobres. Hay que hacer notar un dato perturbador: el año que acaba de concluir se perdieron 90,000 plazas de trabajo en la empresa privada y en el sector público.

En nuestro país no existen planes para facilitar el empleo de 250 mil hondureños que cada año entran en el mercado a ofrecer su mano de obra sin expectativas buenas.

En oposición, fue eliminada la Ley del Empleo por Hora, una decisión desacertada que le cerró la puerta a más de 40,000 personas acogidas a esa modalidad en su última etapa.

Ante ese vacío creado, no se ha presentado una salida a quienes buscan desesperadamente un trabajo y no lo encuentran.

Anualmente, un promedio de cien mil compatriotas desalentados abandona el país con destino a Estados Unidos, justamente para hallar una fuente de ingresos digna, aunque termine por ser una “aventura suicida”.

Hace más de cinco años, las autoridades de entonces lanzaron el Plan 20/20 que proponía la generación de 600,000 puestos en el período 2016-2020. Todo quedó escrito en papel mojado.

Seguimos teniendo un mercado laboral excluyente y con significativas debilidades en las relaciones entre el capital y la fuerza de trabajo, a lo que hay que agregar la visión corta del Gobierno respecto a esta temática.

Es un imperativo que nos planteemos respuestas al porqué Honduras ha fracasado en la intención de fortalecer el aparato productivo, atraer capital para abrir plazas laborales y reivindicar los derechos de los trabajadores.

La creación masiva de empleos en el sector formal de la economía es la fórmula para reducir la pobreza, cerrar la brecha social y derramar bienestar sobre las mayorías relegadas de Honduras.

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