El regreso a la primera fase de la reapertura económica resultará infructuosa si no se crean las condiciones para la reactivación progresiva de los rubros.

Los empresarios, industriales y pequeños emprendedores afirman que no aprovecha en nada que la Mesa Multisectorial que gestiona la emergencia haya autorizado el regreso a los puestos de trabajo sin la adopción de otras medidas importantes.

La propuesta que ha sido colocada sobre la mesa se dirige a que se permita la movilización de dos dígitos por día, lo que repercutiría en la salida de la población una vez por semana y no cada 15 días como ocurre ahora mismo.

Se incluye en este plan apoyado por el sector privado que se extiendan los horarios de atención hasta las 6 de la tarde o 7 de la noche, que los establecimientos puedan abrir los sábados hasta la 1 de la tarde y que la circulación de personas sea autorizada hasta las 8 ó 9 de la noche.

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En la presente etapa del quehacer económico han retornado los mercados, los salones de belleza, las barberías, las cafeterías, los restaurantes, los talleres mecánicos y las casas de venta de autopartes.

Como es conocido, durante toda la pandemia han permanecido en atención a la población los supermercados, las ferreterías, las farmacias, los bancos y las estaciones de combustibles.

Del número total de municipios que habían sido cerrados por la acumulación elevada de casos de covid y de víctimas mortales, solamente se ha permitido avanzar a la siguiente fase al Distrito Central y San Pedro Sula.

Las fuerzas vivas de los términos que se encuentran estancados y que no pudieron moverse a la fase número uno han elevado su preocupación, ya que la economía local perece y los habitantes no tienen opciones de sobreponerse al rezago social y económico.

En esa condición están los municipios de La Esperanza e Intibucá en el departamento de Intibucá; La Paz, San José y Santa María en La Paz; y Las Vegas y Trinidad en Santa Bárbara.

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Yoro y El Progreso en Yoro; Orocuina, Pespire y San Antonio de Flores en Choluteca; además, Omoa, Pimienta y Potrerillos en Cortés, están paralizados.

En la misma etapa de inactividad aparecen Danlí y Morocelí en El Paraíso; Ocotepeque y Sinuapa en Ocotepeque; Juticalpa en Olancho; y Nacaome, Amapala, San Francisco de Coray, Langue y San Lorenzo en Valle.

La Ceiba y Tela en Atlántida; Trujillo, Sabá, Tocoa y Bonito Oriental en Colón; Reitoca San Buenaventura y Santa Lucía en Francisco Morazán; lo mismo que Puerto Lempira y Brus Laguna en Gracias a Dios, también continúan en el punto cero de la reapertura económica.

Autoridades del Sistema Nacional de Gestión de Riesgos insisten en que la vuelta a la actividad económica debe estar basada en una revisión exhaustiva de la curva epidemiológica y la evaluación de las medidas de bioseguridad.

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Organismos de convergencia social sostienen que los hondureños deben tener claro que la emigración a una nueva normalidad exige una acción eficiente del Gobierno, empresa privada y de la población.

Los líderes empresariales, de su lado, son del criterio que la economía requiere abrir su oferta de bienes y servicios en jornadas completas e integrales y no parcialmente.

La economía hondureña muestra todos los signos de una recesión ante la cual sólo cabe una reformulación del plan de ingresos y gastos, una estrategia de contención del gasto corriente y una línea de acción que haga viable que la economía se salve de la muerte y que los sectores más postergados no caigan más profundo.