Las autoridades que sean electas en la consulta democrática del último domingo de noviembre estarán obligadas a reconocer que no puede "seguir haciendo lo mismo" si el propósito es encontrar salidas a las dificultades del país.

Ha habido una ausencia de políticas públicas eficientes que ha llevado a un abordaje errado de la problemática nacional y derivado en el desencanto de la población respecto a la clase política, afirman los especialistas.

Una premisa que es válido mencionar es que "los grandes problemas de Honduras requieren grandes soluciones". Los que se dedican a  desmenuzar la realidad nacional sostienen que un grave error cometido en los distintos gobiernos es que no se le ha dado seguimiento a los planes de nación que han sido formulados en distintos momentos de la historia.

Es necesario establecer prioridades para lograr un crecimiento constante de la economía. Los estudiosos dicen que para alcanzar este cometido hay que replantear el Presupuesto de la República, con vistas a invertir en la infraestructura productiva.

Porque los recursos deben ser administrados con transparencia, con sentido visionario y con la mira puesta en revitalizar el sistema productivo nacional.

Esta perspectiva es la que ha faltado a los líderes políticos que han conducido y que están al frente de la administración del Estado de Honduras.

Lo que ha predominado es la falta de coherencia entre las palabras y los hechos, entre los discursos y las ejecutorias, lo mismo que entre los compromisos y el cumplimiento efectivo de las leyes, acuerdos y programas de parte de los líderes políticos, postulados a cargos de elección y gobernantes.

Representantes de la sociedad civil cuestionan que Honduras no ha tenido una planificación de acciones que lleven al país a entrar en un proceso de evolución.

En opinión de los especialistas, uno de los grandes enredos que ha encarado el país es el endeudamiento. Para el pago de tal servicio, se destinan anualmente no menos de 40,000 millones de lempiras.

En todo caso, el problema no es el nivel de endeudamiento, sino la orientación que se ha dado a dichos recursos comprometidos, sin contar con que los fondos públicos han sido utilizados con toda discreción y sin rendición de cuentas.

Siete de cada diez hondureños que viven en la pobreza están metidos en el círculo vicioso de los programas enteramente asistencialistas que no van de la mano con los planes de solución de los problemas estructurales.

Al final, lo que aqueja al país es un creciente número de personas marginadas y un elevado nivel de endeudamiento. La pobreza alcanza el 70 por ciento y la deuda pública llega a los 16,000 millones de lempiras que representan alrededor del 60 ó 65 por ciento del Producto Interno Bruto.

La pobreza sumada a la deuda y a la falta de una visión de país, son eslabones de una cadena que tendrían que romper las nuevas autoridades hondureñas para abrir una relación entre un plan de nación y el fortalecimiento del aparato productivo para la generación de riqueza.

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