Honduras se está quedando sin bosque. Este año han sido abrasadas más de 211,000 hectáreas de bosque, mientras los incendios forestales también han afectado 107 planes de manejo.

La indiscriminada tala y la quema del bosque han creado condiciones climáticas extremas en Honduras, casi convertido en un desierto con una población de más de diez millones de personas cuya existencia está seriamente amenazada.

El Consejo de Defensa y de Seguridad ha declarado emergencia ambiental, en razón de la destrucción acelerada de nuestros recursos forestales que hoy día se refleja en la peligrosa contaminación del aire, las asfixiantes temperaturas, la desaparición de las fuentes de agua, la falta de lluvias regulares y prolongados períodos de sequía.

La emergencia ambiental debió haber sido declarada mucho antes; en realidad, desde hace varias décadas, cuando la destrucción de los recursos forestales se volvió sistemática al tiempo que el cambio climático dejaba su huella indeleble.

Lo importante es que todas las acciones que han sido acordadas al más alto nivel sean llevadas a su efectivo cumplimiento antes de que se venga encima una catástrofe.

Como se sabe, el plan de emergencia está encaminado a desentrañar la asociación entre la criminalidad ambiental, las actividades comerciales ilícitas, ganadería extensiva y el cultivo de droga, especialmente en Olancho y en La Mosquitia.

Al Ministerio Público le corresponderá intensificar la persecución de los delitos ambientales y desmontar las redes del crimen organizado extendidas para la explotación de las áreas protegidas.

A las Fuerzas Armadas se ha encomendado las tareas de decomiso y destrucción de la maquinaria utilizada en la depredación de los bosques, y a los Poderes Legislativo y Judicial estudian las propuestas dirigidas a endurecer las leyes contra los delitos ambientales.

Hasta el lunes de esta semana se habían reportado 2,600 incendios y una superficie afectada de 211,292 hectáreas a nivel nacional, con mayor devastación en Olancho, Francisco Morazán, Yoro, Comayagua, El Paraíso y Gracias a Dios.

No debe haber tolerancia para los criminales que le han metido fuego a La Tigra en esta capital, al Merendón en San Pedro Sula, y a la Sierra de Agalta, en Olancho, sólo para citar algunas de las zonas que son vitales para el equilibrio ecológico en nuestro país.

Los responsables de la inmisericorde depredación del bosque, ya se trate de los malévolos autores intelectuales o de los ejecutores de semejantes hechos, tienen que ser perseguidos sin tregua. Sobre ellos debe caer todo el peso de la justicia, exigen sectores representativos de opinión pública.

Honduras está frente a una hecatombe y ante un escenario apocalíptico: la devastación de los bosques con todas sus impredecibles consecuencias.

Las infernales temperaturas, la formación de una densa capa de humo que cubre todo el territorio nacional, la ausencia de lluvias, el agotamiento de las fuentes de agua y el deterioro de los suelos, sólo son principios de dolores.