Destruidos los recursos forestales, a Honduras no le queda otro destino diferente que el de ser un desierto con una población condenada la inseguridad alimentaria, la estrepitosa caída en la producción agrícola y la pérdida irreversible de las fuentes de agua.

Cada hectárea arrasada significa la destrucción de 2,800 árboles y la pérdida de oxígeno. Si es tomado en cuenta que cada persona necesita del oxígeno producido por 22 árboles, se tiene que sólo este año, se ha reducido la cantidad de oxígeno requerido para 4.6 millones de personas.

¡Nos estamos quedando sin bosque! En lo que ha transcurrido de 2022, cerca de 40,000 hectáreas han sido afectadas por siniestros en los que ha estado de por medio mano criminal. Esto significa que cada mes han sido dañadas al menos nueve mil hectáreas.

En Puerto Lempira, Gracias a Dios, la superficie que se ha perdido es de alrededor de 7,300 hectáreas y en el Distrito Central, Francisco Morazán, el daño se extiende a 5,800 hectáreas de bosque.

Luego se sitúan Santa Cruz de Yojoa, Cortés, y Santa Rosa, en el departamento de Copán. En ambas ciudades la extensión dañada por el fuego es de casi 2,000 hectáreas.

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Las ciudades que, de manera sostenida, se han situado como las de mayor destrucción de sus bosques son Puerto Lempira (Gracias a Dios), Distrito Central (Francisco Morazán), Juticalpa (Olancho), Danlí (El Paraíso), Jocón (Yoro), La Esperanza (Intibucá), Comayagua en el departamento del mismo nombre, San Marcos de Colón (Choluteca) y San Pedro Zacapa (Santa Bárbara).

Lo que es peor aún es que anualmente un promedio de 23,000 hectáreas son destruidas; es decir, no hay posibilidades de regeneración de dicha superficie.

Catastrófico es para el país que en los últimos diez años hayan sido arrasadas más de 600,000 hectáreas, una media de 70,000 cada 12 meses. Sólo en los últimos tres años, 150,000 hectáreas en zonas protegidas han resultado perjudicadas.

No se trata únicamente de que los incendios forestales son eventos cíclicos, sino que en la medida en que los bosques son envueltos en llamas se agotan las fuentes de agua, que es el elemento esencial de la vida.

¡Es toda una desgracia ambiental que aproxima a Honduras a ser un país sin bosque, sin vida, y con una sentencia a perecer por falta de agua!