Las relaciones de China con América Latina por lo regular han sido solo transaccionales.

Cambiaron de un comercio mínimo con la región a principios de siglo a desbancar a Estados Unidos y convertirse en el principal socio comercial para América del Sur y el segundo en importancia en casi todos los demás países de América Latina.

El comercio anual de bienes entre China y América Latina, que era de 12.000 millones de dólares en el año 2000, se elevó a 445.000 millones de dólares en 2021. Sin embargo, su relación con la región parece estar en evolución.

América Latina también le es cada vez más útil a China en términos de geopolítica.

El 8 de junio, The Wall Street Journal informó que el gobierno comunista de Cuba había convenido en secreto en permitirle a China erigir instalaciones de espionaje electrónico en el país.

En un principio, tanto los funcionarios estadounidenses como los cubanos negaron la historia. Dos días después, la Casa Blanca admitió que desde hace algún tiempo existe una base.

No es la primera ocasión en que un artículo habla de puestos militares o de seguridad de China en la región. Desde hace tiempo se cree que China tiene una pequeña presencia militar similar en Cuba, además de acceso a estaciones de escucha.

Tiene varias estaciones terrestres de satélites en América Latina, que se cree también tienen objetivos de espionaje.

El Ejército de China se encarga de operar un observatorio espacial en Argentina y sus actividades no son claras. El avance más reciente es “un pequeño paso”, según Evan Ellis, del Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos, “pero a través de un umbral importante”.

Profundizar las conexiones geopolíticas viene después de estrechar las relaciones económicas. China es una gran fuente de efectivo para la región. Entre 2005 y 2021, los bancos propiedad del gobierno chino les hicieron préstamos por 139.000 millones de dólares a varios gobiernos de América Latina.

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Miles de millones de dólares en inversión china

Ha invertido miles de millones de dólares en la región, principalmente en energía y minería. Unos 21 países de América Latina y el Caribe se han adherido a la Iniciativa del Cinturón y la Ruta, una ola global masiva de construcción de infraestructura.

Los países latinoamericanos también optan por el yuan en sus actividades comerciales y lo incluyen en las reservas de su banco central.

El 2 de junio, Argentina duplicó su línea de swap de divisas con China, lo que quiere decir que alrededor de un tercio de las reservas de su banco central, que ascienden a 32.000 millones de dólares, efectivamente estarán en yuanes.

El año pasado, el yuan superó al euro y se colocó en la segunda posición entre las principales divisas conservadas en las bóvedas del banco central de Brasil.

Muchos proyectos comerciales han causado inquietud. En algunos casos, corresponden a industrias delicadas, como la de telecomunicaciones o la de energía.

En abril, una empresa eléctrica propiedad del gobierno chino concretó un acuerdo para comprar dos proveedores de electricidad en Perú, lo que le dará a China casi un monopolio sobre la red eléctrica del país.

Hay quienes se preocupan porque los chinos construyan puertos en la región, como el megapuerto Chancay cerca de Lima en Perú, pues temen que puedan ajustarse para fines militares.

El documento más reciente de China sobre su estrategia para América Latina, publicado en 2016, afirma que “realizará activamente intercambios militares y actividades de cooperación”.

Aunque Estados Unidos todavía es el principal aliado militar en la región, China ha incrementado sus relaciones con los cuerpos policiales. Ha capacitado a fuerzas policiacas de países como Argentina y Brasil y les donó automóviles y equipo de investigación a Nicaragua y Costa Rica, además de venderle equipo de vigilancia a Ecuador.

Hasta ahora, China parece ir ganando el concurso de popularidad geopolítica, y no solo entre el público esperado, como el régimen autocrático de Venezuela o los socialistas de Cuba.

Desde 2017, cinco países de la región han cortado relaciones con Taiwán por tenerlas con China. En marzo, Honduras fue el país más reciente en hacerlo.

Xiomara Castro, presidenta de Honduras, culminó una visita de seis días a China el 14 de junio. Argentina, Honduras y Uruguay se encuentran en proceso de integrarse al Nuevo Banco de Desarrollo con sede en Shanghái, fundado por la organización de países BRICS.

Tampoco es que todos estén impresionados. La oposición de centro derecha en Argentina cuestionó un convenio entre el gobernador de Tierra del Fuego, en el extremo más meridional del continente, y un grupo petroquímico chino cuyo objetivo es construir un puerto, una estación eléctrica y una planta química en ese lugar, con un costo de 1200 millones de dólares.

Pero, en general, los líderes de América Latina han hecho caso omiso de las inquietudes sobre la intromisión china. La oportunidad de evitarse sermones que les parecen hipócritas de Estados Unidos les agrada no solo a los izquierdistas, sino también a los populistas que no tienen ningún interés en el tema de los derechos humanos, como el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y a los moderados de Ecuador, Panamá y Costa Rica.

Incluso durante el mandato de Jair Bolsonaro, el presidente de derecha de Brasil entre 2018 y 2022, que criticó al país, China no dejó de invertir y realizar operaciones comerciales en Brasil.

Que una relación más profunda con China sea un riesgo depende de “a quién le preguntes”, comentó un funcionario mexicano. Para no provocar a Estados Unidos, China ha mantenido sus actividades principalmente en América del Sur y menos en Centroamérica y el Caribe (con excepción de Cuba).

No obstante, en vista de las crecientes ambiciones de China y los abastecimientos que tiene América Latina de muchos de los minerales necesarios para la transición verde, como litio y cobre, es probable que las relaciones se estrechen más.

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