Los daños causados por la escasez de lluvias son de alta escala y amenazan con convertirse en una calamidad.

Los departamentos más afectados por la prolongada canícula son El Paraíso, donde los daños al área cultivada es de 70 por ciento; Olancho, cuyos escenarios negativos son diversos.

En el caso específico del vasto departamento, hay zonas que registran pérdidas de cien por ciento en el ciclo de primera; otras áreas, muestran perjuicios de un 80 por ciento; y otros sitios, han echado de menos apenas el cinco por ciento de su cosecha.

Pero -en promedio- las pérdidas de Olancho alcanzan el 42 por ciento de su área sembrada y si las lluvias no son generosas en los próximos tres meses, las pérdidas andarán cerca del 60 por ciento.

Al recuento de las ruinas generadas por los caprichos climáticos que han hecho que las lluvias cesen, se añade el departamento de Yoro. Únicamente los municipios de Morazán y El Negrito no han presentado pérdidas; el resto, es una historia de calamidad para los productores de granos básicos.

Los rubros que más han resentido la inclemencia del tiempo son el maíz y el café. En términos absolutos, la falta de lluvia podría reflejarse en la pérdida del 60 por ciento de la producción, cuantificada en más de mil millones de lempiras.

Los expertos han advertido que el último trimestre de este año es clave para salvar los cultivos de postrera, un escenario totalmente oscuro para las metas de cosecha del país y para los objetivos de la seguridad alimenticia.

Los meteorólogos han hecho énfasis que Honduras salió de la aguda canícula; es decir, del período de sequía, desde el 28 de agosto. Lo que se espera es que, a partir de la primera semana de septiembre, el agua caiga y haga fructificar la tierra.

De lo contrario, el país sufrirá desabastecimiento y carestía de granos básicos hasta avanzar a la hambruna, un estado que siempre es aprovechado por los intermediarios y especuladores que suelen acaparar el producto para forzar una elevación en su precio.