Como saldo trágico de la pandemia, un millón de niños que en estos momentos están al margen del sistema educativo por la clausura de clases presenciales podrían convertirse en una “generación perdida”.

Académicos locales tienen criterios convergentes en cuanto a que Honduras se acerca a una “catástrofe generacional”, porque podría echar a perder todo un potencial humano y retroceder muchas décadas, aparte de ahondar las desigualdades económicas y sociales.

De casi dos millones de menores y jóvenes que se matricularon para el presente período escolar, un millón está “en el aire”. Este segmento no ha podido mantenerse en línea para los efectos de desarrollar los contenidos curriculares.

Ni siquiera se conoce qué tipo de determinaciones tomará la Secretaría de Educación para salvar el período lectivo 2020, dado que es un hecho que los estudiantes ya no regresarán este año a sus actividades presenciales.

Lo que sí es una realidad es que 2020 finalizará con un porcentaje muy alto de deserción y que la matrícula para el siguiente año se desplomará en un 40 ó 50 por ciento.

La crisis económica también se refleja en el sector privado de instrucción formal. La inscripción de estudiantes en las escuelas y colegios bilingües ha bajado en 50 por ciento.

Solamente la mitad de los estudiantes esperados para el nuevo ciclo que comienza dentro de algunas semanas se ha matriculado a esta fecha. ¿Qué pasó con la otra mitad?

Los padres de familia están a la expectativa de que las condiciones mejoren; otros tienen saldo pendiente con los establecimientos educativos y, por lo tanto, no pueden matricular a sus hijos; muchos más han visto disminuida su capacidad para mantener a sus pequeños en la misma escuela por razones económicas.

En general, los expertos calculan que la depresión económica del país llevaría a 40,000 estudiantes del sector privado a emigrar a la esfera pública, ya que sus progenitores no serán capaces de financiar su formación.

El cambio de las aulas privadas a las estatales representará para los niños y adolescentes un trauma, pues las condiciones de enseñanza-aprendizaje son diferenciadas y excluyentes. Además, este grupo de alumnos mostrará un notorio retroceso en la calidad de su aprendizaje.

Será peor la experiencia para los educandos del sector público que están al margen de la enseñanza virtual y que seguramente no regresarán a las escuelas ni a los colegios. Están en riesgo de ser “una generación perdida”.

En uno de sus últimos informes, el Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes resalta que el acceso a recursos educativos en Honduras es el más desigual de la región.

Tras la pandemia, la educación entrará en un deterioro sin precedentes en todos los niveles. Es una desgracia anunciada frente a la cual las autoridades no han establecido un plan operativo para salir en rescate de los niños de Honduras.