Por estos días se cumplen 21 años del paso devastador del huracán Mitch, el más nefasto fenómeno natural de cuantos hayan impactado sobre el territorio nacional.

A más de dos décadas de esa traumatizante experiencia, las lecciones No parecen haber sido aprendidas con la calificación más idónea, al menos en los apartados de vulnerabilidad, impulso de una reforma del aparato productivo y, sobre todo, la reconstrucción del mapa de desarrollo de Honduras.

Las secuelas del fenómeno fueron catastróficas: Siete mil muertos, 12,000 heridos, ocho mil desaparecidos y un millón y medio de damnificados.

Adicionalmente, el 60 por ciento de la infraestructura quedó destruido y el 70 por ciento del sector agrícola sufrió serios daños en los 18 departamentos del país.  En general, Honduras retrocedió varias décadas.

Las pérdidas económicas registradas entonces fueron superiores a los cinco mil millones de dólares que trasladados a la actual tasa de cambio corresponden a 124,000 millones de lempiras.

Veintiún años después, el estado de fragilidad de Honduras frente a los eventos naturales es crítico, tal como lo evidencia el hecho que 80 de los 298 municipios del país son altamente expuestos a los derrumbes, deslizamientos e inundaciones.

Si bien se han dado algunos pasos en los sistemas de alerta y en el desarrollo de programas de gestión y reducción de riesgos, éstos son todavía cortos y precisan ser ampliados y fortalecidos desde el nivel gubernamental, hasta la participación más activa de la misma población en riesgo con el acompañamiento de la comunidad internacional.

Pasaron muchos años desde que el huracán Mitch arrastró el soporte agrícola. Desde entonces, el aparato productivo No sufrió las transformaciones cualitativas necesarias.

Las demandas de los productores por ayuda técnica y asistencia crediticia se han incrementado en razón proporcional desde 1998 y, en ese mismo sentido, se ha ido dificultando la capacidad de respuesta de los gobiernos para incentivar el aparato productivo nacional.

¿Reconstruir Honduras? Las bases de desarrollo a partir de la tragedia de 1998 fueron identificadas de la mano de la comunidad internacional. Pero se diluyeron en propuestas y políticas que No llegaron a ser materializadas por quienes han dirigido y están al frente del país.

Cuatro quinquenios después, Honduras se debate en la pobreza, una galopante corrupción, un acelerado desgaste de la clase política y una marcada fragilidad de la democracia.

Veintiún años post-Mitch representan una generación.  En función de ello es que el Plan de Reconstrucción de Honduras sigue siendo un compromiso que hay que rescatar para darle vida, sustento y ejecución plena.