Honduras gastó un promedio de 30,000 lempiras por cada uno de los 42,000 aspirantes a cargos de elección popular que se presentaron en los comicios primarios del 14 de marzo, criticó el sociólogo y catedrático universitario, Julio Navarro.
La mayoría de los líderes partidarios y aspirantes en los tres niveles de elección coinciden en que el Consejo Nacional Electoral no estaba preparado para administrar el proceso que está contaminado por las sospechas de fraude y de corrupción.
Integrantes de la sociedad civil dijeron estar a la espera de una campaña de altura e impregnada de planteamientos serios, responsables y maduros, una vez concluido el proceso de las elecciones primarias.
Esto significa que los aspirantes a dirigir el país deben enfocar sus esfuerzos en explicarle a los hondureños cuáles son sus planes, en qué consisten y de qué manera han concebido llevarlos al plano de la realidad.
En el círculo de los empresarios y de los industriales, se ha exhortado a los que corren por puestos de poder a desarrollar un trabajo proselitista transparente y cargado de soluciones a los problemas estructurales de Honduras.
Solamente a la luz de tales condiciones es que la clase política puede recuperar la confianza de la población, además de afianzar la institucionalidad nacional.
Semejantes son las valoraciones los líderes religiosos, quienes insisten en la necesidad de que la actividad política hondureña esté impregnada de los valores de la pluralidad, la tolerancia, el respeto y la honestidad.
En la medida en que los candidatos a ser investidos como depositarios del poder del pueblo hagan mérito de un discurso sincero y comprometido, los ciudadanos estarán dispuestos a validar en las urnas la democracia electoral y participativa, según el criterio de reconocidos analistas nacionales.
Porque los “golpes bajos”, los ataques, los señalamientos temerarios y las posiciones polarizadas, no deberían tener cabida en el proceso electoral.
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