Está vigente el aumento de más de cuatro lempiras en el precio de los combustibles y del diésel; además, una cantidad superior a 70 lempiras en el valor del cilindro de gas LPG de uso doméstico. 

Estos movimientos son consecuencia de que el subsidio a los derivados del petróleo llegó a su fin. Los expertos consideran que este esquema fue puesto en vigor a finales del año pasado por puras motivaciones políticas. 

Un informe divulgado por la gestión del ex mandatario, Juan Orlando Hernández, detalla que en 2021 se destinaron cerca de 600 millones de lempiras para subsidiar el precio de las gasolinas y el diésel.

A esta cifra se suman 450 millones de lempiras que fueron orientados a subvencionar la comercialización del gas licuado para uso doméstico.

La gobernante Xiomara Castro ha enumerado, entre sus compromisos, establecer una política de ayuda económica para que el valor de los derivados del petróleo no sea absorbido por completo por los consumidores.

Y es que el coste de los combustibles ejerce directamente presión sobre el índice inflacionario, la capacidad adquisitiva de los hondureños, el deterioro de las condiciones sociales y la competitividad económica.

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La elevación inmoderada en el precio de los carburantes arrastra una inmediata subida en los alimentos y en los servicios. Y como los salarios mantienen sus niveles y los ingresos se ven reducidos, la población se ve obligada a hacer mayores sacrificios para satisfacer sus necesidades elementales.

Siete de cada diez hondureños que viven en la pobreza. Ese grupo de necesitados apenas y pueden sobrevivir con uno o dos dólares diarios. El encarecimiento de los carburantes cae como una condena de muerte sobre ellos.

El proceso inflacionario profundiza la desigualdad social y desfavorece el comportamiento de la economía real, además de que hace retroceder en la competitividad.

Honduras es el segundo país con el precio de los carburantes más caros en toda la región centroamericana después de Costa Rica. La cotización es mucho más baja en El Salvador y Guatemala.

En Honduras el valor de los derivados del petróleo se vuelve casi inalcanzable, porque son numerosos y muy elevados los impuestos cargados a la comercialización de la gasolina, diésel y kerosene.

Se calcula que, por cada galón de combustible, el Gobierno se queda con un promedio de 33 lempiras. Anualmente, la venta de los derivados del crudo deja al fisco alrededor de 15 mil millones de lempiras.

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