Ahora, es posible que esos lugares vuelvan a abrir sus puertas pronto. El 24 de julio, el actual presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, emitió un decreto provisional con el propósito de regular sitios web de apuestas deportivas, que hasta ahora habían operado en una zona legal turbia.

Es posible que se trate del primer paso en un proceso para permitir todo tipo de apuestas.

El Congreso tiene hasta el mes de noviembre para hacer modificaciones y emitir su voto en cuanto al decreto de Lula. El gobierno pretende cobrar un impuesto del 18 por ciento sobre los ingresos de los sitios web de apuestas deportivas y una cuota de 30 millones de reales (6 millones de dólares) por una licencia con validez de cinco años para operar cada uno de esos sitios.

El plan es crear un organismo regulador, la Secretaría Nacional de Juegos y Apuestas. La oposición en el Congreso proviene en su mayoría de legisladores cristianos evangélicos, pero son muy pocos para bloquear la medida.

El principal objetivo es recaudar efectivo. Lula quiere eliminar el déficit primario del gobierno federal, que los pronósticos ubican en el 1,4 por ciento del PIB de este año para 2024. Su promesa de no aumentar el impuesto sobre la renta le dificulta lograr este objetivo.

La cruzada por encontrar efectivo se hizo más urgente este mes, pues el gobierno publicó un presupuesto para 2024 que contiene promesas costosas, como un gran incremento al salario mínimo. Esto ha hecho flaquear la confianza de los inversionistas en la gestión macroeconómica de Lula, que en épocas recientes había sido elevada.

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Las apuestas deportivas podrían generar ingresos de 15.000 millones de reales al año, indicó Fernando Haddad, ministro de Hacienda. Esa cantidad es una décima parte del dinero necesario para eliminar el déficit el año próximo.

En este momento, Brasil permite “juegos de habilidad” como el póker y las apuestas hípicas. Se trata de negocios importantes, aunque la mayoría de las empresas del sector operan desde el exterior.

Se espera que el volumen de ventas de las empresas legales de apuestas ascienda a 12.000 millones de reales este año, un 70 por ciento más que en 2020, según BNLData, grupo brasileño que proporciona información sobre la industria. Se cree que el país ocupa el octavo lugar entre los mercados de apuestas en línea más grandes del mundo.

Los sitios web de apuestas patrocinan a 19 de los 20 equipos de la primera división de futbol nacional. El decreto de Lula cierra un vacío legal que les permite a las empresas extranjeras operar en Brasil sin regulación y sin pagar impuestos.

Lo que no flexibiliza es la línea dura que adoptó Brasil desde los tiempos de Dutra con respecto a los "juegos de azar", como los dados, el bingo y la ruleta, que es más común encontrar en casinos u otros establecimientos dedicados a las apuestas. No obstante, es posible que desaparezca esa prohibición.

Un proyecto para legalizar todo tipo de apuestas, estancado en el Congreso desde 1984, hace poco obtuvo partidarios poderosos, entre los que se cuentan los presidentes de las Cámaras y, según el ministro de Turismo, “la mayoría del gobierno”.

Esa medida sería en sí misma una apuesta. En Brasil, el negocio de las apuestas ha propiciado la delincuencia. La primera mafia del país surgió a principios del siglo XX para operar el jogo do bicho (juego de animales), que consiste en que los jugadores adivinen qué imagen de animal saldrá seleccionada en un sorteo y es muy popular en Río.

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Se calcula que se gastan alrededor de 27,000 millones de reales al año en apuestas ilegales en Brasil, más de lo que genera la venta de drogas.

Incluso las formas legales de apuestas traen problemas. Los delincuentes utilizan sitios web de apuestas deportivas como herramientas involuntarias en esquemas de lavado de dinero y amaño de partidos. Brasil tiene un problema de adicción a las apuestas, aunque no tan grande como el de otros países.

Una cuarta parte de los brasileños adultos propietarios de teléfonos móviles apostaron en algún partido el año pasado. Se calcula que el 0,5 por ciento de los adultos tienen un problema de adicción, según un psiquiatra que compareció ante el Congreso en 2021.

Ese porcentaje es del 0,7 por ciento en el Reino Unido y de más del uno por ciento en Estados Unidos.

Una pregunta importante es si esos males mejorarán o empeorarán conforme Brasil se abra más a las apuestas. El decreto de Lula sobre las apuestas deportivas les resulta atractivo a partidarios cautelosos de la liberalización como Jorge Kajuru, senador que preside el comité que considera el proyecto.

Pero por ningún motivo está dispuesto a permitir las apuestas “de mayor riesgo”, que en su opinión enriquecen al crimen organizado. “Los bicheiros y los políticos ruines por lo regular son los propietarios de los casinos”, afirma Kajuru.

Si se da una mayor liberalización a pesar de estas reservas, Brasil se sumaría a una tendencia mundial. Países como Estados Unidos, Japón y Tailandia se encuentran en proceso de liberalización de las apuestas. Los grupos de casinos están ansiosos por invertir.

De abrirse a estas actividades, Brasil podría "convertirse rápidamente en uno de los mayores" mercados de apuestas del mundo, comentó un vocero de Playtech, empresa de software de apuestas.

Los partidarios sostienen que, a diferencia de las apuestas en sí mismas, la liberalización es una propuesta positiva para todos. Reduciría la delincuencia gracias a la introducción de regulación y enriquecería al gobierno. Parte de los ingresos adicionales podrían invertirse en el tratamiento de las adicciones.

"Legalizar las apuestas le dará más poder al Estado para mitigar sus efectos negativos", afirma Ricardo de Paula Feijó, consultor legal. Ese tipo de argumento cada vez gana más adeptos. Es posible que las ruletas de Río vuelvan a girar.

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