En una inédita situación como la que vivimos, en medio de esta emergencia que ya se cobró la vida de casi 500 hondureños, lo que menos debemos poner en predicado, después de la vida y la salud de la población, es el bien común a través del aseguramiento de objetivos y planes coherentes y consecuentes con el bienestar general.

Se trata, señores del gobierno, sectores sociales, iniciativa privada, de la eterna e inalienable concepción de cuidar la vida misma y generar bienestar a través de la lógica de la unidad, la coherencia, la inclusión y la construcción de confianza.

En un país históricamente crispado por los intereses individualistas y la polarización en todas sus dimensiones, algunos dirán que estaremos arando en el mar o hablando papadas, al pedir unidad y coherencia aún en estos tiempos de emergencia sanitaria y calamidad humanitaria que vive la población hondureña.

¿Unidad y coherencia? ¿En una sociedad que hace mucho tiempo perdió la concepción del bien común, como un principio de autogestión o de mandato para los gobernantes de turno?

En tiempos de crisis, en medio de una emergencia sin precedentes,  lo que menos conviene es la confrontación, lo que menos necesitamos son revanchismos, lo peor que nos podría estar pasando es lo que ya está pasando: que cada quien agarre por su lado y que el llamado a liderar para el bien común, el gobierno de la república, no sea capaz de transmitirle a los distintos actores de la sociedad, el mensaje de cohesión, coherencia y confianza, necesarios para encausar a los hondureños más vulnerables, que aquí es la mayoría, por el camino del bienestar colectivo.

Y eso, mientras deploramos el distanciamiento del gobierno con los empresarios del país, solo nos hace recordarle a los que tienen en sus manos el bienestar de la gente, aquel eterno axioma de que lo que es bueno para los individuos y para la sociedad acaba siendo bueno, para las empresas, para los generadores de trabajo, para los administradores del capital.

Esta trágica pandemia no se va a poder enfrentar ni combatir de manera aislada ni individualista. Mientras vamos a necesitar un gobierno fuerte y capaz de tomar decisiones y ejecutar acciones orientadas a garantizar el bien colectivo, más nos va a servir para estos tiempos de emergencia, un Ejecutivo que escuche y que no menosprecie las recomendaciones y propuestas de los demás, una autoridad desmarcada de los revanchismos y prejuicios, coherente con la construcción de una estrategia multisectorial e interinstitucional, para vencer el virus y proteger a la población hondureña.

 Este es el momento, señores del gobierno, de asumir el liderazgo por el bien común, para el bienestar colectivo. Estos son tiempos para que nos demuestren de qué están hechos y para que están hechos.

Eso los va a fortalecer ante la sociedad y va a llenar las aspiraciones colectivas que el individualismo, la autosuficiencia, el revanchismo, el autoritarismo a veces, le ha vaciado a las mayorías en condición de vulnerabilidad.

El bien común solo podrá garantizarlo la autoridad, el gobierno, que empeñe para su consecución, su liderazgo, su tolerancia, su respeto a todos los sectores y gremios, su apego irrestricto a la normativa legal, su compromiso con la honestidad.

¿O es qué es mucho pedir?

De todas maneras, reincidir en la consecución del bien común, como el principal objetivo de las políticas públicas como lo proclamó el Papa Francisco, tendrá que ser en estos tiempos de pandemia y de precariedad del bienestar colectivo, la primera demanda que los señores del gobierno están en la obligación de acatar!