La violencia criminal está desbordada. Las mismas autoridades de las agencias de seguridad y de investigación han reconocido que hay un repunte en el número de asesinatos y homicidios.

Una nueva masacre, esta vez perpetrada en Villanueva, Cortés, ha generado zozobra y abierto los signos de interrogación acerca de las acciones de los grupos delictivos de impacto y la capacidad de la institucionalidad para perseguirlos y desarticular sus acciones.

En la zona central también se produjeron el fin de semana hechos sangrientos que se suman a los datos estadísticos que grafican un entorno de inseguridad fuera de control en el país.

De acuerdo con lo señalado por los estudios del Observatorio de la Violencia, la ejecución de muertes múltiples se ha incrementado en un 60 por ciento respecto al año pasado.

En 2018 se contabilizaron 43 masacres con un saldo de 145 muertos. En lo que va de 2019, se cuentan 56 homicidios múltiples con un balance de 194 víctimas.

Está claro que las escenas sangrientas con varios fallecimientos tienen como sus actores principales a los miembros de bandas dedicadas al narcotráfico y a integrantes de maras y pandillas, de conformidad con los análisis de organismos especializados.

Estos mismos reportes subrayan que posible que se haya avanzado en las tareas de investigación para esclarecer los crímenes múltiples, pero de nada servirán si no se cortan de raíz las causas del entorno violento que estos días se han acentuado en casi todo el territorio nacional.