El inevitable colapso de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE) que ha sumido al subsector energético en un estado de oscuridad financiera y administrativa, además, claro está, de energética, es la conjugación, como bien han apuntado los expertos, de una serie de factores y conspiraciones que uno a uno se fueron entrelazando para provocar el cortocircuito que ahora tiene a la estatal eléctrica prácticamente en la ruina.

Y sin duda que una de las más grandes y desleales conspiraciones contra los sagrados intereses del pueblo hondureño, reflejo además del saqueo endémico que arruina las economías de los países y que hipoteca a las presentes y futuras generaciones, han sido los contratos y acuerdos suscritos con los generadores privados, térmicos y renovables, que han terminado de hundir al país en las tinieblas.

 Es que los contratos leoninos son en esencia eso: robos al estado a través de acuerdos que favorecen a la parte contratada, pero que también le deja al contratante, como ha sucedido siempre, una buenísima tajada del redondo negocio.

La quiebra de la ENEE entonces, coinciden expertos, analistas y economistas, pasa por esos robos estatales que han sido los contratos y acuerdos negociados en condiciones desfavorables para el país, con las plantas privadas de generación que aún estando apagadas, le garantizan a sus dueños, millonarios ingresos en detrimento del eficiente servicio al abonado, y obviamente, de las finanzas y riquezas de la nación.  

Y durante esta semana en la que nos hemos estado ocupando de eso que un ex gerente de la ENEE ha llamado la “herencia maldita” que caerá sobre el nuevo gobierno, no podemos como sociedad olvidarnos que ha sido la adjudicación de contratos lo que prácticamente ha terminado de darle el tiro de gracia al mismísimo  subsector al tiempo que ha hundido al país en profundas tinieblas operativas y financieras.

Convenios que otorgados sin licitación y a precios exageradamente altos,  agravaron las asimetrías financieras porque sus cláusulas velan más por las utilidades de los proveedores y grupos empresariales nacionales y extranjeros que hicieron el negocio de sus vidas a costa de las pingues ganancias que le quedaron al estado de Honduras; que les permitieron a estos grupos empresariales especular contra los intereses del pueblo.

Contratos que le causaron además graves distorsiones al mercado energético que no pudo expandirse a la libre competencia. Contratos que ahora resulta imposible disolver y que les quedará como “herencia maldita”, insisto en el apelativo del doctor Luis Cosenza, a quienes a partir de enero del 2022 asumirán los destinos del país.

Ahora, lo que sí se puede evitar es que estos no sean los últimos contratos suscritos bajo esas condiciones desfavorables y desleales con los intereses de la nación. Lo que sí podemos todavía lograr es sacudirnos a través del voto consiente y defendido en las urnas en noviembre próximo, a los políticos y empresarios a los que poco o nada les ha importado la gente y su bienestar, el interés público y el país como tal.

Necesitamos liberarnos de esas cadenas contractuales que nos han amarrado a una carísima factura energética, que orilla a la gente de los bordos a robar energía, que hace quebrar a micro y pequeños emprendimientos, y que nos tiene todos los días sumidos en un oscurantismo energético y económico. 

Es que ya es inaceptable e inaguantable la corrupción endémica que ha arruinado esta economía y que ha hipotecado estas generaciones presentes y futuras y que las condena a vivir en la pobreza.

¡Ya no a estos eslabones, groseros, lesivos y antipatriotas, que han conspirado contra la valorización patrimonial y el sagrado bien común de los hondureños!

Te podría interesar: En los primeros 5 meses de 2021, Honduras reporta alza en las exportaciones e importaciones