El ajuste en las tarifas de energía eléctrica para el trimestre enero-marzo, calculado entre 12 y 14 por ciento, tendrá un fuerte impacto negativo. Contribuirá a agudizar la crisis económica, a profundizar el agujero fiscal del país y a complicar la problemática de la ENEE.

Ésta es la verdad y no otra. La determinación del Gobierno de mantener el subsidio que había entrado en aplicación en el período octubre-diciembre de 2021, es un "espejismo" en razón de sus efectos cortoplacistas, sus connotaciones más políticas y porque no representa una solución, sino que prolonga la agonía de la estatal y los apuros financieros de Honduras.

Además, el congelamiento de las tarifas tiene una limitada cobertura. Está orientado para los abonados residenciales, comerciales e industriales de bajo consumo. Y como se deja por fuera a la mediana y a la gran empresa, el resultado es nefasto: La competitividad se viene abajo, el aparato productivo pierde fuerza, los bienes y servicios se encarecen y los empleos son puestos en riesgo.

No en vano es que los conocedores del tema energético nos han advertido que los programas de subvención son "un vicio", un planteamiento simple y una respuesta "demagógica". Las cifras respaldan esta valoración: A la ENEE le cuesta mil millones de lempiras trimestrales mantener las tarifas artificialmente.

La Empresa Nacional de Energía Eléctrica entró en coma desde hace mucho tiempo, un estado del que no ha podido salir; tampoco se avizoran buenas condiciones para su rescate financiero, administrativo y de operación.

Por todos los tiempos no se ha hecho más que administrar el declive de la empresa de servicio público. Nunca se ha esbozado una minuta de medidas acertadas tendientes a mejorar sus indicadores de funcionamiento.

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La estatal eléctrica se ha convertido en un mal pandémico para las finanzas del país y en uno de los principales obstáculos para el desarrollo y la competitividad de la economía nacional.

Su déficit acumulado es cercano a los 70,000 millones de lempiras, registra un pasivo de 90,000 millones y suma pérdidas por encima de 35 por ciento, todo lo cual provoca que la empresa se desangre rápidamente.

Las autoridades que asuman la administración en el período 2022-2026 deben, primordialmente, mejorar la operatividad de la Empresa Energía Honduras, renegociar los contratos de generación, reducir la planilla de la ENEE y elevar la inversión para alinear la entidad con los planes de crecimiento nacional.

La pregunta es cómo concretar esos objetivos y qué acciones estratégicas son las que harán viable la recuperación de la Empresa de Energía Eléctrica.

¿Es suficiente con la división de la empresa en tres unidades de negocios como se planteó el año pasado en apego a lo que define la Ley de la Industria Eléctrica? ¿Acaso hay tiempo para devolverle los signos vitales a la institución de servicio público?