Al tenor de los resultados obtenidos se concluye que la intervención de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE), ha sido un completo fracaso.

Todos los esfuerzos empeñados para rescatar de la quiebra y cortar las raíces de la corrupción en la institución no han prosperado, pese a todas las expectativas alimentadas alrededor de la comisión de alto nivel integrada en enero para el cumplimiento de tales cometidos.

La ENEE se ha hundido en mayores laberintos financiero-administrativos y en insondables pozos negros de corrupción. Las actuaciones de los funcionarios que recibieron atribuciones plenas para enderezar todas las líneas torcidas de la estatal eléctrica resultaron ser más un bullicio.

Pocas semanas después de haber asumido sus responsabilidades en propiedad, los interventores revelaron los condenables casos de empleados y funcionarios que habían salido beneficiados con escandalosas sumas en concepto de jornadas extendidas de trabajo y colaterales.

A la sazón los interventores expusieron que más de un centenar de miembros de la privilegiada planilla de la ENEE absorbían seis millones de lempiras cada mes por ocupaciones presuntamente desarrolladas fuera de su horario regular.

Recordamos que de manera particular fue descubierto el caso de un técnico que en 2019 se llevó más de 800,000 lempiras en compensación por horas adicionales de trabajo, sobre su salario base de 29,000 lempiras.

Salió a relucir, igualmente, la historia de un “asistente” a quien fue entregada una cantidad superior a los 70,000 lempiras por encima de su remuneración mensual de 21,000 lempiras. ¡Todo un festín realizado con los limitados recursos de la empresa!

Éste ha sido, en esencia, el único fruto de la comisión interventora que hasta junio dirigió la ministra del Servicio de Administración de Rentas, Miriam Guzmán, y que ahora está bajo las directrices de los economistas Gabriel Perdomo y Yanuario Hernández.

Ha naufragado la misión de sacar de su agonía financiera y operativa a la Empresa Nacional de Energía Eléctrica, cuyo déficit acumulado rozaba los 60,000 millones de lempiras y su deuda con los proveedores sobrepasaba los 15,000 millones hasta marzo de este año.

Una muestra de que la ENEE tocó fondo es que el Congreso Nacional tuvo que aprobar recientemente la colocación de bonos por 600 millones de dólares para hacerle frente a los pasivos que provocan una enorme fisura en las finanzas de la institución y que ejercen una gran presión sobre el fisco hondureño.

La tarea de intervención ha sufrido más traspiés y mostrado menos aciertos. Debido a la falta de conocimiento y negligencia de quienes están al frente de la institución, se han cometido diversos errores en rubros importantes como aquéllos conectados con proyectos grandes de generación.

Y, lo que es más grave, los comisionados pretendieron unilateralmente ponerle fin al contrato suscrito con la Empresa Energía Honduras sin tomar en cuenta sus consecuencias legales, además de otras decisiones que han puesto en predicado la seguridad jurídica en el país.

Tupidas redes de corrupción se han tejido en la Empresa Nacional de Energía Eléctrica y profundos hoyos negros socavan su estado financiero, balance administrativo y posibilidades de competitividad.

La Empresa de Energía Eléctrica sigue afectada por las pérdidas técnicas y no técnicas, los compromisos desmesurados con los generadores y la falta de inversión en proyectos de expansión. ¿Y el compromiso de los interventores de terminar con los tiempos de las “vacas gordas” para quienes tomaron la ENEE como su “hacienda personal”? Quedó en un fiasco más.