Cuando se hace una evaluación crítica de las Zonas Especiales de Empleo y Desarrollo (ZEDE), llegamos a la convicción que es una de las peores violaciones de cuantas se han cometido en la historia, en desmedro de la integridad territorial y de la soberanía de Honduras.

En tal razón es que aplaudimos que No haya marcha atrás en la cruzada emprendida por diversos sectores en rechazo a las Zonas Especiales. Lo justo, legal, legítimo y honroso es que el próximo Gobierno derogue la oprobiosa Ley Orgánica de las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico. Esperamos que así sea.

Es un absurdo que las denominadas Ciudades Modelo hayan sido ponderadas como un esquema de progreso y de generación de puestos de trabajo en gran escala, porque es un planteamiento "fantasioso" y una promesa política "aventurada". 

A sabiendas de que el desempleo es uno de los problemas crónicos de nuestra gente, los que engendraron las desafortunadas Zonas de Desarrollo han hecho creer que el establecimiento de estos territorios separados es "la alternativa" para salir de la pobreza, a través de la suma de fuentes de ingresos.

Los buenos ciudadanos de este país, que somos la mayoría, debemos preguntarnos qué otras opciones tendríamos que entremezclar en cuanto a la creación de plazas laborales.

¿Cuáles son los planes de los aspirantes a la Presidencia en esta materia? No hemos escuchado ninguna propuesta, justo porque la agenda de los precandidatos está vacía o llena de respuestas demagogias.

Necesitamos saber cuáles son los pilares que sostienen los compromisos de quienes están postulados a la Primera Magistratura para recuperar los 500,000 puestos de trabajo que fueron soterrados por la emergencia epidemiológica.

En Honduras casi tres millones de personas tienen dificultades de diversa especie en materia laboral, el desempleo creció en cinco puntos al tenor de la caída de la economía y al menos 700,000 personas integran el segmento de los "desalentados", que son aquéllos que No encuentran ocupación remunerada y que ya no la buscan porque perdieron  toda esperanza de encontrarla.

Anualmente unas 250,000 personas se suman a la multitud que demanda una oportunidad de trabajo, pero son más las plazas que se cierran. No es por pura eventualidad que la pobreza pasó de 60 a 70 por ciento en sólo un año, a raíz de la urgencia sanitaria.

Haciendo acopio de nuestra memoria histórica, en el primer período del actual Gobierno fue lanzado el Plan 20/20, dirigido a darle vida a alrededor de 600,000 empleos en cinco años. En la realidad este compromiso No prosperó; quedó resumido en muchos discursos y en una intensa  propaganda política.

¿Dónde están, entonces, las opciones dirigidas a crear más puestos de trabajo por encima del ilusionismo de las ZEDE? Los candidatos a hacerse del poder en el próximo cuatrienio tienen que responder al enorme dilema del desempleo, que es una de las deudas más caras de los gobiernos anteriores y del actual régimen. ¡Que pese esta demanda de rendición de cuentas!