Del más diverso tinte son los argumentos esgrimidos alrededor de los reclamos lanzados por el Gobierno de Honduras a Estados Unidos y las consecuencias de este “espinoso” discurso.

Los emplazamientos a la embajadora estadounidense Laura Dogu son repetidos, inapropiados, de acento contrario a la diplomacia e inconsecuentes con la finalidad de fortalecer nuestros vínculos con nuestro principal socio y aliado.

¿O es que el Gobierno de la presidente Xiomara Castro desconoce el principio de reciprocidad y fomento de las relaciones amistosas?

Los reclamos a la señora Dogu, jefe de la legación diplomática de la administración Biden en Honduras, no han sido esporádicos ni coyunturales; más bien, sistemáticos e insustanciales.

En el más reciente de tales episodios al hilo, el secretario de Relaciones Exteriores, Eduardo Enrique Reina, le exigió a la embajadora cesar en su presunta injerencia en asuntos de política interna y de soberanía nacional.

En julio, se dio otro incidente que tuvo como reproche central la divulgación de la Lista Engel, tildada por el Gobierno Castro como una de motivación política, dado que incluyó entre los señalados a los diputados de Libre, Rasel Tomé y Edgardo Casaña, lo mismo que al exministro de la Presidencia, Enrique Flores Lanza, considerados actores corruptos y de prácticas antidemocráticas.

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Y en mayo, apenas cuatro meses después de la asunción al poder del Partido Libre, de nuevo el canciller colgó en sus redes sociales un mensaje de palabras ásperas y de árida esencia que se originó en la reacción de la embajadora Dogu a la "crítica" propuesta de cambio del mercado energético que finalmente fue aprobada por la Cámara Legislativa.

En principio de cuentas, deberíamos examinar si los mensajes de reproche a la política exterior de Estados Unidos son excesos de nuestro canciller; exabruptos en la ejecución de la política exterior; o una consigna matizada con una falsa defensa de la soberanía y de la autodeterminación de los pueblos.

Acaso estas denuncias contra la representación diplomática de Estados Unidos pueden ser tomadas como un discurso "fantoche" del Poder Popular frente a las potencias que, como declaró la gobernante Castro en la Asamblea de la ONU, quieren imponernos con quiénes debemos relacionarnos.

O tendríamos que juzgar que el Gobierno está marcando una ruta que pone en precario las relaciones con nuestro aliado natural para llevarnos hacia una zona de confrontación infértil y hasta absurda, con un erróneo mensaje diplomático y una equivocada agenda similar a la de Nicaragua y Venezuela.

Antes que enfrascarnos en este tipo de ideas peregrinas, nuestros gobernantes están obligados a definir hacia dónde va nuestro país y enderezar este barco que parece que zozobra.

Porque no se observa que haya coordinación, ni capacidad, tampoco liderazgo en el Gobierno para tratar los temas de país y cimentar las bases de nuestro progreso y de nuestra posición en el concierto de naciones.