Muy cierto es que la mayoría del pueblo hondureño se manifestó en las urnas por un cambio en la administración del Estado, con la expectativa puesta en el alivio a la pobreza, el acceso a la educación y la salud, la reactivación económica, el golpe a la corrupción, la batalla contra la criminalidad y el rescate de la eficiencia de la democracia.

Pero, lo que tenemos es una anarquía casi generalizada que nos coloca en una situación de ingobernabilidad y de riesgo para la paz social en esta Honduras.

En el sector educativo, la conflictividad es palpitante entre los dirigentes magisteriales, los docentes, los alumnos y los padres de familia.

Los brotes de inconformidad también se han mantenido en el área de la salud. Médicos, enfermeras y otros profesionales de primera línea han demandado la reivindicación de sus derechos, mientras los Colectivos de Libre han marcado la pauta de los choques políticos irracionales.

En este mismo ambiente convulso, los transportistas han recrudecido sus exigencias, en tanto que los pobladores de zonas vulnerables han dado un plazo fatal para que las autoridades locales les den respuesta a sus necesidades.

Y los habitantes de aquellas regiones en conflictividad por la invasión de áreas productivas, han reclamado en las calles su derecho a la tierra.

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Los casos que representan el grado de anarquía que ha alcanzado nuestro país suman y siguen. El mismo Gobierno ha creado un ambiente árido para el desarrollo de las actividades de la empresa privada, en el Poder Legislativo las posiciones son irreconciliables y en el Ministerio Público las maquinaciones políticas han extendido sus tentáculos.

El resultado es que Honduras hay una ausencia de gobernabilidad por el debilitamiento del Estado de Derecho, de la democracia y de la estabilidad política.

Ni la presidente Xiomara Castro, ni su principal asesor y ex gobernante, Manuel Zelaya Rosales, parecen haber perdido el control sobre los grupos del mismo partido en el poder que se disputan el monopolio en la toma de decisiones. ¿O es una causa-efecto premeditada?

Honduras está yendo por un camino torcido y muy distante de la reconciliación que pregonaba la señora Castro en sus discursos de campaña reafirmado en la inauguración de su mandato.

La lucha descarnada por el ejercicio del poder es la apuesta que se ha tomado en lugar de llamar a un diálogo amplio para dibujar la hoja de ruta hacia un plan de nación con una visión de país.

Porque estamos en un ambiente donde predomina el canibalismo político y la inconformidad social, y donde la economía se derrumba. Todo ello está llevando a Honduras a convertirse en un caldero y en un país sin brújula.

¿Quién gobierna Honduras? ¿Cómo interpreta el Poder Popular la cadena de movimientos de inconformidad, quizás como “vestigios de la dictadura”? ¿Cuáles son, entonces, las soluciones a la problemática nacional que propone la gestión Castro-Zelaya?.

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