En la fase más decisiva de la pandemia y cuando el contagio por el nuevo virus es más acelerado, la accidentada gestión de la pandemia es un hecho innegable.

La renuncia de un grupo de médicos especialistas y profesionales de la enfermería del Hospital Leonardo Martínez en San Pedro Sula por falta de pago de sus sueldos y salarios, es una expresión clara de la desidia con que actúan los funcionarios de la Secretaría de Salud y, en general, de la plataforma de gestión de riesgos.

A resultas del retraso en la acreditación de su remuneración económica, los intensivistas se han retirado de la unidad de cuidados extremos de la mencionada institución, a la vez que se ha reducido notablemente el acceso de pacientes covid.

Es el más reciente episodio de que tenemos conocimiento. Pero traemos a reseña que durante la presente pandemia ha sido un común denominador el reclamo del personal de salud por sus derechos laborales.

Facultativos, enfermeras y enfermeros microbiólogos, técnicos y personal especializado en áreas relacionadas de los hospitales Escuela, San Felipe, El Tórax, en la capital; Mario Catarino Rivas y Leonardo Martínez en San Pedro Sula, así como del Seguro Social en ambas ciudades, han llevado a cabo plantones para solicitar el respeto a sus garantías.

Es llanamente inexplicable la respuesta que ha sido ofrecida por las autoridades de la cartera ministerial de Salud, quienes –en el sentido más simple- han expuesto que hay que tener “paciencia” y que no hay razón para que los afectados presionen por uno o dos meses de sueldo adeudados.

¡Qué contestación tan ayuna de sensatez y reflexión en una situación tan crítica como la que encaramos como producto de la urgencia sanitaria que nos coloca en el límite entre la vida y la muerte.

En numerosas oportunidades el recurso humano que atiende a los pacientes covid ha hecho acompañar sus demandas salariales con una solicitud que es vital: La entrega de equipo de protección adecuado para librarse del contagio del letal virus.

En este escenario se ha puesto en evidencia, igualmente, la apatía y la desidia de quienes tienen bajo su responsabilidad la administración de la contingencia epidemiológica en todos sus niveles.

En una debilitada, contaminada y agonizante estructura sanitaria pública, a los médicos, a las y los enfermeros y a todo el personal que les acuerpa en la guerra contra el covid les toca realizar una labor heroica sin los instrumentos necesarios para guerrear como se debe.

Rebosan de hipocresía las proclamaciones que tildan a los profesionales de la salud como héroes de la lucha contra el nuevo virus, pues en el campo de la realidad estos adalides están inermes y condenados a morir, desprovistos del respaldo que el Gobierno está obligado a proporcionarles.

A casi cinco meses de haber sido detectados los primeros casos de covid, el abordaje de la urgencia sigue en balanceo, en camino errático e influenciado por la dejadez, la desidia y por una asombrosa imprevisión de las autoridades competentes.

¡Es inexplicable! ¡No tiene justificación! Más vale que se tomen las enmiendas más convenientes y que se corte de raíz la improvisación y la descoordinación entre los políticos que lideran la gestión de la pandemia, porque van a sucumbir los que están en la primera línea de fuego y, con ellos, todos nosotros.