El Día de los Trabajadores se conmemora en esta fecha en circunstancias marcadas por una crisis económica, brotes de descontento social, incertidumbre jurídica, debilidad institucional, inestabilidad política e ingobernabilidad.

La economía tiene un crecimiento promedio anual menor a cuatro por ciento, nuestro aparato productivo está en declive y vastos segmentos de la población han expresado su inconformidad por la falta de definición de una política de equidad social.

La politización de la agenda del país, el juego ideológico en el abordaje de la realidad nacional y la polarización que se antepone al diálogo y al entendimiento, son elementos que se conjugan y que derivan en un estado de anarquía.

En este enmarañado entorno, llegamos al 1 de mayo, Día de los Trabajadores, una fecha que suele ser aprovechada por los líderes de la clase obrera para declarar sus demandas, denunciar la precariedad de las condiciones laborales y exigir una relación justa entre el capital y la fuerza laboral.

Los datos estadísticos reflejan el deterioro del mercado laboral: cerca de tres millones de hondureños tienen problemas de empleo y esto les condena a vivir en una situación de pobreza.

Dos millones están subempleados, alrededor de 300,000 se encuentran desalentados, otros 348,000 están desocupados o sin trabajo y un millón 800 mil sobreviven en la economía informal.

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Suma y sigue: los políticos se han negado a discutir la propuesta de la Ley del Empleo Parcial que fue introducida para llenar el vacío que dejó la derogación del trabajo por hora en 2022.

¿Por qué se ha dejado de lado el análisis y la socialización de propuestas para incentivar la economía y la creación de puestos de trabajo? ¿Se niega la actual administración a gobernar para el bienestar social?

Hay que anotar, en este contexto, que la masa de los trabajadores cayó, desde hace varias décadas, en un estado de parálisis por la falta de liderazgo, el envejecimiento de sus discursos y el agotamiento de los argumentos que reivindican sus derechos.

Los obreros necesitan un avivamiento en su quehacer; esto es, abandonar el acomodamiento con los gobiernos de turno y tomar una genuina identidad de clase.

Los líderes de los trabajadores están en deuda. Necesitan retomar su protagonismo, generar consciencia social y rescatar su voz y su voto en el debate de las cuestiones esenciales de la vida nacional.

Porque la justicia social en Honduras debe descansar sobre la reivindicación de los derechos de la clase obrera y el fortalecimiento de los sectores que, como la empresa privada, le dan sustento a la economía nacional, generan riqueza y empujan el desarrollo de nuestro país. 

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