Han pasado doce meses desde que fueron diagnosticados los primeros casos de covid en el país. Un año después de la llegada de la pandemia, nos encaminamos los cinco mil muertos y a los 200 mil pacientes confirmados.

Verdaderamente que ha sido un año de aciagas experiencias acumuladas, de lecciones no aprendidas y de una serie de errores que nos han marcado como uno de los países donde se ha dado el peor manejo a la emergencia.

La pandemia del covid 19 ha puesto de manifiesto la miseria de nuestro sistema sanitario, el abandono en que ha permanecido la población a la que se ha violentado el derecho a acceder a un servicio digno y de calidad de salud pública.

Los doce meses durante los cuales hemos permanecido a merced de la peste, han dejado al desnudo la incapacidad de las autoridades para hacerle frente a una eventualidad de importante magnitud y de desgracias mayores, así como el cinismo y la falta de escrúpulos de los corruptos que se han aprovechado de la emergencia para obtener buenos dividendos.

Hemos andado a la deriva, llanamente porque la pandemia ha sido llevada por el rumbo trazado por funcionarios incompetentes que no han incluido ni el criterio ni el concurso de los especialistas.

Los despreocupados señores funcionarios nombrados para dirigir la ofensiva contra el covid han ido a la zaga, han marchado sin planificación y se han dedicado a crear burbujas de pretextos, mientras los centros de triaje se desbordan por el número de pacientes y la falta de recursos para la provisión de equipo e insumos y para el pago del personal de salud; los hospitales colapsan, los médicos y sus auxiliares de batalla mueren y los infectados siguen cayendo a un ritmo de medio centenar de decesos por día.

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Y los fallecidos seguirán sumando, mientras más se demore la llegada de las vacunas, un tema en el que también se ha actuado con ligereza y por detrás de las iniciativas tomadas por nuestros países vecinos: Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Nicaragua, donde ya se inició el proceso de inmunización de su población, gracias a que las gestiones de contratación sí se llevaron a efecto con oportunidad.

En nuestro país, las autoridades han replicado con puras justificaciones y han osado culpar de una campaña de destrucción a las organizaciones y grupos críticos que han demandado cuentas claras en la pandemia.

Lo que tenemos ahora son compromisos en el papel. Al menos esperamos que se cumpla el calendario de entrega de las 400 mil dosis donadas por el mecanismo covax, de un millón 400 mil vacunas contratadas por el Seguro Social con la fianza de la empresa privada y de más de cuatro millones de inoculantes dela fórmula rusa Sputnik.

Ojalá que sea cierta la versión referida a las pláticas que, de acuerdo con lo afirmado en esferas del gobierno, están muy encaminadas con otras farmacéuticas para garantizar la protección de toda la población hondureña.

Hemos cumplido un año de experiencias duras, de aflicciones que han recaído en el pueblo, de una lucha heroica de los profesionales de la salud y de una batalla notable de los cuerpos de socorro; pero también, han sido 365 días en los que se han acumulado la inoperancia de los burócratas obligados y las despreciablesmaniobras de los corruptos.

Que la historia de la pandemia escrita en estos doce meses transcurridos sirva de punto de partida para una reflexión de nuestra realidad y para la construcción de una política pública sanitaria, concatenada con una estrategia de recuperación de todos los estragos que nos ha dejado esta amarga y apocalíptica plaga.

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