Nunca, como ahora, la legitimidad institucional hondureña había alcanzado estos márgenes de precariedad que hoy estamos viendo. Y nunca, como ahora, el irrespeto de funcionarios y militantes partidistas a la institucionalidad democrática, a las leyes, al mismísimo estado de derecho, había sido tan flagrante, tan rampante y tan arbitrario. Nunca, como ahora, muy a nuestro pesar, la institucionalidad democrática del país había sido tan zarandeada, tan enajenada, tan 'sopapeada', como decimos popularmente, a base de 'tarimazos', ataques, conspiraciones urdidas desde lo más profundo de sus propias estructuras. Hoy, la institucionalidad democrática hondureña da visos de ser un 'yagual viejo', mancillada por los mismos que comen de ella. Insensatos, intolerantes, irrespetuosos de la misma institucionalidad de la que se sirven. Afrentas contra las instituciones establecidas, y un flagrante irrespeto al estado de derecho. Activistas de partidos políticos y de lo que parece ser un nuevo fuero político militar, con un jefe castrense desenfocado de su misión constitucional, desbocado y extralimitándose en sus declaraciones de corte político, llevando peligrosamente a la institución armada a traspasar el delgado límite de apolítica y no deliberante que la Constitución de la República ya le delega al cuerpo armado del país. Emitir comentarios electorales y menos políticos, no son atribuciones que le competan a este jefe militar que hoy ostenta el mando temporal de las Fuerzas Armadas de Honduras. Honduras está viviendo en este momento un delicado y hasta peligroso escenario de polarización, confrontación y división. Actuar con responsabilidad y respeto al pueblo y a la Constitución de la República, sin anteponer ni batirse por los intereses oscuros de las castas gobernantes, ayudará a bajar la tensión, la incertidumbre y el miedo. Actuar en consonancia con el civismo, que, a pesar de todo, parece seguir arraigado en la población hondureña, contribuiría a empoderar los consensos, que son los que neutralizan el efecto de la imposición, de los 'tarimazos', de la conspiración perenne contra el bien común y la calidad democrática. Es una vía expedita hacia la legitimidad y el respeto a la institucionalidad democrática, para que ésta se exprese en toda la dimensión de la legalidad hoy perdida. Pero si no se pone en orden a estos nefastos actores, civiles y de uniforme, y si no rodeamos antes, este proceso, de mesura y apego a las leyes, seguiremos, peligrosamente, ahondando la incertidumbre institucional y el irrespeto constitucional que ya tenemos instalada en el país. Defendamos el respeto a la institucionalidad constituida, que es lo que mantiene viva a la democracia y a la República. ¡Defendámosla por todos! VEA TAMBIÉN: Editorial HRN: Participación ciudadana frente a conspiraciones políticas