Quienes asumieron la conducción de este país en enero de 2022, han tomado una dirección que, lejos de procurar la transformación de Honduras, nos está arrastrando por el populismo, la polarización y la posverdad.

Al influjo del populismo, la gestión de la presidente Xiomara Castro ha construido un discurso anticapitalista y de confrontación con la empresa privada, pero pronunciado en una defensa eufemística del poder del pueblo.

Un tinte ideológico le ha dado el mandato Zelaya-Castro a las propuestas de justicia tributaria, de ingreso de Honduras en la Corporación Andina de Fomento y de alianza con China Comunista que puede resultar suicida para el país, para solo hacer referencia a algunos temas que han estado en la cartera de discusión reciente.

La polarización es otro de los distintivos de la propuesta de refundación de Honduras. La intolerancia no sólo está presente entre los altos y medianos mandos del Poder Ejecutivo y del Congreso Nacional, sino en la cúpula de Libre respecto a la empresa privada, los organismos de sociedad civil y la oposición política.

No hay espacio para la reconciliación entre los sectores confrontados en un sistema democrático que desfallece, porque no está sustentado en el respeto a los derechos fundamentales.

El régimen Zelaya Castro ha tildado como enemigos del pueblo a los inversionistas, ha calificado como gestores de un boicot a quienes denuncian la corrupción e Impunidad y nombrado “remantes de la narcodictadura” a quienes nos han puesto sobre aviso en torno a la intención de involucrar a Honduras en una ideología de izquierda que ha llevado a Venezuela, Cuba y Nicaragua al fracaso político, económico y social.

Atentos debemos estar los hondureños a las advertencias de que nuestro país está en línea con un guión que ha sido elaborado y que ya fue puesto en marcha, con el propósito de crear caos, colocar en riesgo el proceso electoral de 2025 y destruir el andamiaje democrático.

Más de mil hondureños emigran diariamente, dos millones de compatriotas no tienen acceso a los alimentos, los sistemas de salud y educación están en ruinas, la inversión está ahuyentada y más bien se ha desplomado en un 40 por ciento, la economía tendrá un pírrico crecimiento menor al tres por ciento, la burocracia creció en 40 por ciento en menos de dos años, las exportaciones han ido en picada y la deuda pública ronda los 16,000 millones de dólares, entre otros indicadores que gráficas nuestros males agravados.

¿No necesitamos un liderazgo genuino para encontrar acuerdos y plantear una salida a la multicrisis que enfrentamos, en vez de promulgar el accidentado discurso de la refundación que, en el fondo, es puro populismo y polarización?

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