Con las honrosas excepciones, qué triste espectáculo han dado los diputados de las distintas divisas políticas representadas en el Congreso Nacional, en lo que respecta a la discusión del Presupuesto de la República. Debido a la falta de acuerdos entre las bancadas, la aprobación del plan de ingresos y gastos propuesto para el ejercicio fiscal 2025, está en punto muerto. Pero lo reprochable y además condenable, es que la asignación de los recursos al Gobierno Central y a las entidades descentralizadas se haya convertido en una pueril batalla político-sectaria. Traemos a memoria que ya se han realizado tres intentos de alcanzar un entendimiento sobre la distribución de recursos para financiar el abultado presupuesto de 430,000 millones de lempiras que está previsto para el año entrante. Ninguna de las bancadas políticas está dispuesta a ceder en lo que concierne a la discusión y debate de las proyecciones de ingresos y de gastos en un año que estará marcado por una feroz carrera política en la que está de por medio la inversión de recursos para fines proselitistas. Los diputados han dado muestras de tener una concepción equivocada de cómo debatir sobre el presupuesto que debería de ser empleado como un instrumento fiscal para el desarrollo. Seguramente tienen consciencia de que el Presupuesto de la República es un tema técnico íntimamente relacionado con las finanzas y con la gestión eficaz y eficiente de los fondos; sin embargo, se impone entre la especie política nuestra, la sed de descalificación, la ambición de poder y el revanchismo. La transparencia, la rendición de cuentas, la congruencia y la racionalidad tienen que ser los elementos críticos de la formulación y de la discusión del Presupuesto de la República. En lugar de analizar cómo deben ser asignados los recursos y financiados los sectores prioritarios de salud, educación, producción e infraestructura, los políticos le han impreso su huella de contaminación al debate del tema. Unos han tildado a otros de ser cínicos e irresponsables; los aludidos han replicado que las mismas prácticas del pasado están vigentes con ribetes de mayor corrupción y la opacidad. Al término de este año, se proyecta que Honduras crezca menos de cuatro por ciento, que la inflación cierre en cuatro por ciento, que la moneda se deslice hasta una tasa de cambio de 24.50 por dólar, y que la deuda pública supere los 17,000 millones de dólares. Estos complejos indicadores y las críticas proyecciones sobre una desaceleración o recesión económica son suficientes motivos para que se lleve a cabo una discusión de altura, no política del Presupuesto de la República.