Le hemos dado la bienvenida a 2024.

Heredamos de 2023 muchos problemas; unos, estructurales; otros, derivados de la falta de un plan de nación; y unos más, creados porque no hay voluntad de parte de quienes detentan el poder para conciliar posiciones y trabajar en dirección al desarrollo de Honduras.

La inestabilidad política ha puesto en riesgo la gobernanza, la institucionalidad y colocado en tambaleo la democracia y la lucha contra la corrupción y la impunidad.

La caída de las inversiones, el retroceso en las exportaciones, el debilitamiento de la economía y el derrumbe de la productividad y de la competitividad, además de la pobreza, el desempleo, la corrupción y la ingobernabilidad, son -igualmente- desafíos que enfrentamos en el año que se ha inaugurado.

La clase gobernante se ha comprometido a imprimirle mayor fuerza a las políticas dirigidas a sortear los problemas más agudos en búsqueda del bienestar general de la población. ¡Que no sean falsos compromisos como los que han asumido nuestros líderes y dirigentes en cada administración!

Nuestros gobernantes tienen el compromiso de tomar conciencia de que somos nosotros quienes hemos depositado en ellos el poder soberano y, por tanto, deben ejercer dicha delegación con responsabilidad, honestidad y sensatez.

En comunión con los empresarios, al sector gubernamental le toca crear un entorno favorable a la apertura de empleos, la generación de riqueza, la procura de justicia social y el impulso de ventajosas actividades económicas.

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De su lado, los dirigentes obreros, campesinos, los maestros, los académicos, los líderes religiosos, así como los integrantes de las fuerzas vivas, están convidados a replantear su función social y su compromiso de coadyuvar con el engrandecimiento de Honduras.

Dos mil veinticuatro se presenta, entonces, como el tiempo propicio para darle un vuelco a la batalla contra la inseguridad, la pobreza, la corrupción, la degradación de los valores, el rezago económico y la desigualdad social.

La llegada de un nuevo año nos convoca a hacer planes, a elaborar una lista de propósitos de vida y a fijar el desarrollo de actividades que No lograron ser completadas en el año fenecido.

Es semejante a dejar que pasen las cosas viejas y que todas sean hechas nuevas. Ésta es, justamente, la actitud que debemos adoptar los hondureños, quienes están en el poder y quienes somos gobernados, ahora que hemos traspasado el umbral de 2024.

Muy a pesar de la problemática que vive nuestro país, necesitamos asumir una actitud positiva para enfrentar los obstáculos que tenemos por delante. Y ello sólo será posible si luchamos con tesón, con patriotismo y con fuerza para llevar a nuestro país a mejores estadios.

Caminemos hacia un pacto que nos una, que haga posible encontrar nuestros objetivos de nación y fijar nuestros propósitos de vida para construir una Honduras mejor. ¿Entienden nuestros gobernantes que esto es necesario?.

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