La negociación y puesta en práctica de los tratados de libre comercio, hace varias décadas, permitieron al país salir de un mercado cerrado y altamente proteccionista para adoptar un esquema de intercambio abierto de bienes y con mejores armas para la competencia.

No entendemos, entonces, por qué están emergiendo algunos grupos empeñados en que el país retroceda a la actividad comercial que prevalecía antes, con todos sus defectos: Barreras para competir, baja calidad, altos precios y mediocridad en la forma de concebir la compra y venta de mercancías.

Porque, además de los costos en ascenso que siempre afectan al consumidor, los mercados cautivos no dan lugar a la diversificación de la oferta, al mejoramiento de los procesos de transferencia ni a la búsqueda de nuevos nichos de comercio.

Los acuerdos comerciales que Honduras ha suscrito con Estados Unidos, con las naciones de Centroamérica y países de otras regiones, no sólo han contribuido a generar eficiencia productiva y beneficios para los consumidores, sino a ampliar el acceso a grandes mercados.

Nuestros exportadores han encontrado las puertas abiertas, gracias a la eliminación o disminución de tributos, tasas o tarifas para el ingreso de sus productos con mejores oportunidades de venta y precios competitivos, lo que -a su vez- se traduce en la entrada de divisas para fortalecer nuestra economía.

A la luz de las experiencias que nos dejaron los mercados protegidos, previo a la entrada en vigor de los acuerdos de libre comercio, la conclusión es que este mecanismo trajo más inmovilidad, en lugar de un buen rendimiento y capacidad para competir.

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El amparo excesivo que se extendió a muchos sectores económicos en el pasado degeneró en el encarecimiento de los productos en desmedro de la población que, de por sí, ha padecido siempre las consecuencias de la grosera inflación, la malsana especulación y otras distorsiones.

Es preocupante que ciertos segmentos productivos, que nunca aprendieron a competir, hayan tomado como consigna regresar a la época de la tutela del Gobierno a la actividad comercial.

Estos grupos, que siempre buscan estar bajo la sombrilla del Estado, no quieren salir de su invalidez y, como está a la vista, no les importa que su parasitismo le cause daño a la economía nacional y que corte las posibilidades de Honduras de explorar nuevos rubros para colocarlos en los mercados externos.

El proteccionismo se define como una política económica que busca resguardar la producción y empleos de un país imponiéndole restricciones, limitaciones o aranceles a los bienes o servicios provenientes del extranjero encareciéndolos para hacerlos menos competitivos frente a los domésticos.

Pero, como ya hemos reflexionado en nuestra opinión editorial, esta doctrina ha provocado mayúsculas desviaciones de los propósitos de fortalecer nuestra posición comercial.

No podemos ir a los tiempos anteriores a los acuerdos de libre comercio. Nuestra política debe estar dirigida a No alimentar el “proteccionismo”, porque no permite que el país camine más rápido al desarrollo, que avance a un juego dinámico de la oferta y la demanda y que alcance la eficiencia en la producción de bienes y en la oferta de servicios  de alta calidad con precios competitivos.