El temor se ha propagado conforme ha seguido la cadena de contagio del nuevo virus que produce neumonía, cuyo número de muertes supera los 3,000 a nivel mundial.

La sombra apocalíptica de la infección está más cerca. Esta semana se han multiplicado los casos en México y en Estados Unidos, donde -además- se reportaron los primeros decesos.

En Centroamérica, Guatemala y El Salvador han extremado las medidas y, en nuestro país, estamos a la expectativa. Varias personas están puestas en cuarentena, debido a que regresaron a Honduras desde naciones donde se han presentado casos del COVID-19.

Asimismo, están activados protocolos de vigilancia en los puertos, terminales aéreas, puntos fronterizos y en las ciudades con mayor concentración poblacional.

Lo que ocasiona inquietud y singular preocupación es que los expertos han advertido que Honduras es, junto con Nicaragua, el país que presenta mayores riesgos por su endeble aparato de salud.

Estimaciones someras señalan que al menos un millón de personas son las más vulnerables a un brote del nuevo tipo de neumonía por su condición de ser adultos mayores y de estar afectados por enfermedades crónicas de base.

Más vale que pongamos las "bardas en remojo". Que nos baste saber que las medidas de vigilancia y de control epidemiológica que están en vigor no son suficientes para hacerle frente al nuevo enemigo.

En el virtual escenario del COVID-19, las estrategias tendrían que estar fundamentadas en cortar la línea de contagio y la cadena de transmisión para reducir su impacto.

Tenemos el vergonzoso precedente de la mujer que arribó al aeropuerto de la capital y luego trasladada a un hospital del Distrito Central. Fue un triste espectáculo y un ejemplo de cómo no se debe enfrentar la peste.

Es penoso, pero todo parece indicar que en nuestro país no hemos tomado en serio la gravedad de la peste, tampoco el riesgo que supone la propagación del COVID-19.

No deja de motivar a cuestionamiento la conducta de personalidades, incluso de alta jerarquía y de figuración central que han convertido el acecho del virus de neumonía en motivo de "sorna".

La amenaza sanitaria a la que nos exponemos manda a las autoridades a intensificar el despliegue epidemiológico, de prevención y de orientación masiva entre la población de un país enfermo, con alto grado de ignorancia y empobrecido.

Estamos sobre aviso. Nos corresponde hacer que prevalezca la mesura y no el pánico, seguir al pie de la letra los pasos de vigilancia establecidos en tiempos de epidemias y escudarnos en una estrategia de salud eficiente e integral.