Las imágenes que hemos visto y los testimonios escuchados de la viva voz de los emigrantes que salieron en caravana hacia Estados Unidos, nos han impactado hondamente.  

La emigración es un fenómeno del que no podemos abstraernos y de una data que podríamos anclar en los años cincuenta. De entonces a la fecha, los problemas internos se han acumulado y tomado un matiz más grave.

Los flujos de mujeres, hombres, niños y hasta de adultos mayores, se han incrementado progresivamente, en una expresión de las condiciones de un país en rezago, donde setenta de cada cien hondureños son pobres, afectados por la desigualdad, lacerados por la corrupción y golpeados por la inseguridad.

Hay que decirlo: La realidad socio-económica doméstica es árida. Las respuestas se han planteado de manera desconectada o se han expuesto al margen de la problemática hondureña; no de ahora, sino desde siempre.

Cada día se van del país irregularmente 300 hondureños, con el anhelo de cruzar la frontera de Los Estados Unidos, lo que se traduce en un éxodo de 100 mil connacionales al año.

El drama tiene varios ángulos. Uno de ellos es la desvinculación de la familia que proyecta una infame relación entre la exportación de desplazados y su rechazo en la "tierra prometida".

Otro de los alcances de la emigración es que el sostenimiento de nuestra economía depende del trabajo duro de los compatriotas que envían sus remesas.

Se incluye la patética realidad de los niños separados de sus padres. Y todo ocurre, porque en nuestro país tenemos una cadena de problemas que no permiten disuadir a los hondureños de abandonar el país en busca de una ruta mejor.

Las iniciativas dirigidas a desmotivar la salida de los compatriotas hacia el norte, no han sido suficientes. Se ha hecho poco o casi nada para convencerlos de que su destino está aquí, en la tierra que les vio nacer y que es aquí donde hay que luchar para engrandecer Honduras.

Sólo mediante la generación de riqueza, la creación de empleos, la atracción de inversiones, y el combate a la pobreza, la inseguridad y la corrupción, será posible cortar el flujo de emigrantes que buscan sobrevivir en el norte, en lugar de construir su futuro en Honduras.