La clase política de Honduras está frente a un desafío enorme: Reivindicarse frente al pueblo que no ha encontrado eco a sus demandas y que urge un cambio en los líderes de las instituciones partidarias.

Diversos sectores de la sociedad civil han hecho énfasis en que quizás ésta sea la última oportunidad para que los políticos, en su gran mayoría, recuperen la confianza y la credibilidad de los votantes.

Los empresarios han sido enfáticos en que la consulta democrática debe ser transparente y los resultados correspondientes exactamente con la voluntad de los hondureños.

De acuerdo con el criterio de los inversionistas, si los políticos no están comprometidos con el fortalecimiento de la democracia y con la institucionalidad del país, no habrá manera de salir de la corrupción, la desigualdad, el subdesarrollo y otros males estructurales.

Los líderes de la Iglesia Católica han sido más directos en sus señalamientos. Así, entonces, el presidente de la Conferencia Episcopal, Ángel Garachana Pérez, ha reflexionado: "“Tenemos que ser realistas y reconocer que hay una gran decepción en el pueblo, hay una sensación de frustración respecto a las instituciones democráticas”.

En esa misma corriente de juicios de valor, el vocero del órgano de dirección del catolicismo, Juan Ángel López, ha sentenciado: "Honduras lleva décadas con políticos con máscaras cargadas de cinismo y falsedad".

Lo importante es que la democracia resulte fortalecida de la contienda electoral primaria a la que están convocados 4.8 millones de hondureños.

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