En ellas, el economista libertario Javier Milei sorprendió al país al convertirse en el candidato más votado, acaparando el 30% de los votos con una participación electoral de 23.9 millones de argentinos, es decir 68.3% de las personas habilitadas para votar.

Esto lo sitúa como un serio aspirante a ocupar la presidencia en las elecciones generales de octubre. Su ascenso político es especialmente notable en un contexto donde el pueblo argentino ha venido manifestando un creciente escepticismo hacia el Estado y las instituciones políticas.

La Crisis Preexistente

Este escepticismo se vio exacerbado durante la pandemia de la COVID-19, cuando los ciudadanos observaron la desconexión entre las directrices gubernamentales y los privilegios de la élite política. Ejemplos de ello incluyen fiestas privadas y programas de vacunación VIP, todo ello en medio de estrictos requerimientos de bioseguridad para la población general.

A este escenario se suma una crisis económica e inflacionaria aguda. Argentina tiene la segunda tasa de inflación más alta de América Latina, solo superada por Venezuela, alcanzando en ciertos momentos más del 110%. Esto se combina con devaluaciones forzadas del peso argentino y la pérdida de Reservas Internacionales por parte del Banco Central, exacerbando niveles ya preocupantes de desempleo, inseguridad y pobreza.

El Atractivo del Modelo Milei

Frente a este sombrío panorama, la propuesta económica de Milei ha encontrado una audiencia receptiva. Su visión económica se articula en torno a tres pilares principales:

  • Reducción del gasto público enfocándose en eliminar el despilfarro y limitando el rol del gobierno a funciones esenciales;
  • Dolarización de la economía para facilitar la apertura comercial y eliminar distorsiones de precios
  • Impulso al sector agroindustrial, fomento de energías renovables y la explotación de recursos minerales como el oro y el cobre. Aunque en esta columna me centraré exclusivamente en su propuesta para reducir el gasto público, vale la pena considerar estos elementos en su conjunto.

Los Riesgos de un Estado Minimalista

Milei fundamenta su enfoque de reducción del gasto público en la idea de que un gobierno más austero es sinónimo de mayor eficiencia y equilibrio fiscal. Aunque es innegable que el gasto ineficiente necesita ser ajustado, no se puede obviar la necesidad de mantener una inversión pública adecuada. Una sociedad floreciente necesita de un Estado robusto y competente, que no solo aborde las problemáticas sociales, sino que también establezca un clima favorable para el desarrollo empresarial y la atracción de inversiones, ya sean locales o internacionales.

Ignorar esto llevaría a agravar la ya existente vulnerabilidad social, a incrementar la volatilidad económica, a debilitar nuestra ya menguada competitividad, a comprometer la seguridad y el sistema judicial, y a exacerbar los retos medioambientales que enfrentamos.

¿Es la Solución Más Problemas?

En un escenario donde proliferan propuestas populistas, tanto económicas como en seguridad, es crucial analizar las potenciales repercusiones de políticas como las de Milei. En una sociedad como la nuestra que ya está golpeada por la recesión económica, la informalidad laboral y otros problemas estructurales, una reducción radical del papel del Estado podría crear más problemas de los que resuelve.

En este sentido, aunque la retórica como la de Milei resuene en un electorado cansado y frustrado, su implementación podría llegar a tener efectos más nocivos que beneficiosos para la sociedad en su conjunto.