Estamos en el umbral de una temporada que será extremadamente seca, con temperaturas asfixiantes y una marcada escasez de lluvias.

No hemos entrado todavía en la franja más cruda del verano, pero ya está dada la tendencia de los incendios forestales y de la crisis por el abastecimiento irregular del agua.

En el primer trimestre de 2022 ya son más de 11,000 hectáreas afectadas por 249 incendios, con una incidencia en los departamentos de Francisco Morazán, Valle, Olancho, Choluteca y Yoro.

Honduras se convierte aceleradamente en un desierto por la destrucción de los recursos forestales que, a su vez, ocasiona la pérdida de fuentes de agua, el trastorno en los regímenes de lluvia, la degradación de los suelos y el incremento exagerado en las temperaturas.

Las dificultades de acceso al agua son más hondas cada año. La masa poblacional que no cuenta con el vital liquido crece alarmantemente, al grado que -según los estudios más conservadores- el 80 por ciento de los municipios del país enfrentan problemas de disponibilidad del servicio.

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La quema del bosque y la carencia de agua, son dos fenómenos complementarios y, de paso, una suma letal que amenaza la conservación del ambiente y nuestra posibilidad de subsistir.

En Honduras no hemos tomado consciencia que el calentamiento es una realidad y que, mientras no le demos un giro a nuestra convivencia amigable con los recursos, la sentencia condenatoria para nosotros está firmada.

Las estrategias para la protección de los recursos forestales e hídricos, están reducidas a la mera teoría y discursos, lo que hace que nuestro país esté a las puertas de una hecatombe climática.

Mal hacemos si no abordamos el tema de manera integral e insistimos en forzar una separación entre el desarrollo humano y los riesgos ambientales.

Todo pasa por armonizar acciones de prevención, focalizar las intervenciones en los municipios que tienen más riesgo de sucumbir ante los caprichos de la naturaleza y valorar -en su justa dimensión- el enorme peligro ocasionado por la quema del bosque y el agotamiento de las fuentes de agua.