Era previsible que el Partido Libertad y Refundación (LIBRE), en el poder, iba a traer a vigencia el tema de la cuarta urna que hace más de una década provocó una crisis política en su más tétrica expresión y trajo repercusiones económicas y sociales insospechadas.

Han pasado casi 14 años de aquel capítulo traumático en la vida de nuestro país. Todavía no nos recuperamos de la convulsión que causó el entonces presidente, Manuel Zelaya Rosales, cuando se empecinó en convocar a una consulta popular para instalar la Asamblea Nacional Constituyente.

Sabemos que este desafortunado episodio terminó con la defenestración del gobernante de turno, pero marcó para siempre la democracia de nuestro país, fracturó la institucionalidad, golpeó fuertemente la economía y dejó paralítico nuestro sistema social.

La sombra de ese proyecto fallido surge otra vez y de la propia voz de altos funcionarios de la Presidencia de la República. ¿Estamos a las puertas de repetir la historia de 2009?

¿Es la cuarta urna un tema puesto en la palestra para distraernos de la realidad y desviarnos de la elección de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, un hecho trascendental para la vida democrática de nuestro país?

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Lo cierto es que la intención de retomar la consulta popular con fines de elaborar un nuevo pacto político y una Carta Magna "refundada", trae incertidumbre y siembra temor a que la frágil democracia hondureña sea sustituida por el absolutismo.

No llega en el mejor momento esta propuesta que el partido en el poder relaciona con la construcción de un Estado de Honduras Socialista y Democrático.

El discurso de Libertad y Refundación parece atizar la división en tiempos en que se impone la polarización entre los distintos sectores y cuando la misma gobernabilidad está en riesgo.

La clase política es la misma. No ha tomado lecciones de la dolorosa ruptura del orden de 2009. La Constituyente, la consulta popular, la refundación y el Estado Socialista Democrático, son conceptos que en el Gobierno del Poder Popular se repiten como consignas y como objetivos ideológicos.

El riesgo que corremos los hondureños es que caigamos en una división más profunda, que se pierdan todas las posibilidades de una reconciliación y que suframos experiencias devastadoras de inestabilidad como las de otros países donde las confrontaciones han sido llevadas a las calles y el descontento popular se ha desbordado por posturas ideológicas extremas.

Para que los hechos de 2009 no se repitan y para que en Honduras nos enfoquemos en el debate de nuestros problemas económicos, sociales y políticos, busquemos la unidad, la concertación, el diálogo y el entendimiento.

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