Una sentencia bíblica dice que la raíz de todos los males es el amor al dinero. Y nosotros le agregamos la negativa a rendir cuentas cabales.

Bien puede aplicarse esa verdad en el caso de los funcionarios de mando superior y rango medio que se resisten a que sean recortados sus estratosféricos sueldos que representan nada menos que el diez por ciento del Producto Interno Bruto; o lo que es lo mismo, diez de cada cien lempiras generados en el país van para sostener el obeso aparato gubernamental.

En un país tan pobre como el nuestro, es paradójico que un segmento privilegiado de 1,500 altos cargos devore salarios superiores a los 60,000 lempiras mensuales, y de éstos, una veintena tengan ingresos mayores a los 200,000 lempiras.

Todas las iniciativas que se han planteado para disminuir la obesa e indigna masa salarial han fracasado. Los funcionarios enclavados en puestos con emolumentos que resultan todo un insulto en tiempos de desbalance financiero y una bofetada para el pueblo, no han mostrado la mínima voluntad de desprenderse de una parte de sus beneficios. ¡Vaya ambición y voracidad!

Unos cuantos servidores de confianza de instituciones centralizadas, desconcentrados y autónomas son los que han anunciado su decisión de revisar a la baja sus ingresos. El resto de parasitarios burócratas, se han hecho los de la “vista gorda” y los de “oídos sordos” a una demanda de elemental justicia en la distribución de los fondos públicos.

¿Y con qué vara tendríamos que medir a los diputados que tampoco han estado de acuerdo con que sus ingresos sean disminuidos y hasta han declarado que “no les ajusta”? También están aferrados al Fondo Departamental.

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Son muchas las explicaciones que han ofrecido las autoridades del Poder Legislativo en cuanto a que no existe esa partida como tal y que ahora los congresistas serán nada más gestores de los proyectos ejecutados en sus comunidades.

¡Y cómo van a ceder los padres y madres de la patria, tanto propietarios como suplentes, la asignación del Fondo Departamental si este “saco roto” les permite disponer de 192 millones de lempiras a su antojo?

No pueden ser más tajantes sus manifestaciones de ambición, mezquindad, inconsciencia y falta de voluntad para sujetarse a los tiempos de las “vacas flacas” que vivimos.

Quienes desempeñan cargos de confianza en el Poder Ejecutivo y la mayoría de nuestros legisladores nos han demostrado que su compromiso con el pueblo es falso, que su promesa de ser fiel a la Constitución y de cumplir las leyes es una declaración vacía, y que su proclamado deber con la patria es una hipocresía. Pero su interés de servirse de las arcas nacionales es grande.

¡Que demuestren lo contrario estos personajes cuestionados en tiempos cuando la economía tambalea y los agujeros fiscales de Honduras se vuelven insondables!