Las consecuencias que el paso de la tormenta tropical Julia por el territorio nacional han vuelto a ser devastadoras. Las pérdidas en vidas humanas y materiales han sido significativas, pero de nuevo, el recuento de daños que se ha comenzado a cuantificar, nos empuja a sopesar en el balance, si ha sido más destructiva la inveteradamente histórica improvisación y negligencia institucional, qué el fenómeno natural como tal.

Y es que a la luz de todas las tragedias que la naturaleza ha causado en el territorio nacional, casi siempre la improvisación, la negligencia y la corrupción fueron más catastróficas que los huracanes y tormentas, y sus consecuencias, terminaron agravando más la profunda indefensión en la que quedaron miles de familias.

No podemos dejar de reconocer que los fenómenos naturales son eventos imprevisibles e inevitables que causan muertes, dolor, daños económicos incuantificables, pero hay una probada evidencia de que en Honduras las peores tragedias derivaron de la inacción y la imprevisión en la gestión de los riesgos, y después, en el manejo de los fondos y estrategias para la reconstrucción.    

Otra vez, el Valle de Sula se volvió a inundar con el paso de la tormenta Julia, y la tragedia que de nuevo llegó a miles de pobladores, les cayó a través de las fisuras no reparadas de los bordos de contención de inundaciones.

                                                                                                                                                             La administración anterior nos dijo, después del paso de las devastadoras tormentas Iota y Eta, que había conseguido a través de fuentes de financiamiento y donaciones externas e internas, 2 mil 495 millones de lempiras, para reconstruir la infraestructura derribada por los dos catastróficos huracanes particularmente en el Valle de Sula, y ahora, que con Julia el agua se filtró a través de esas fisuras no intervenidas, ¿Qué “puercas” hicieron entonces con esos 2 mil millones de lempiras?

¿Acaso los órganos contralores del Estado, cuyos miembros, en su mayoría, siguen en sus cargos, pidieron cuentas del manejo de semejante cantidad de dinero?  ¿Por qué disponiendo de más de 2 mil millones de lempiras para las obras de reconstrucción, las autoridades anteriores a éstas no pudieron siquiera concluir las obras de reparación de las fisuras en los bordos destruidos por las inundaciones derivadas de los destructivos fenómenos?     

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Bueno, si para los 11 municipios enclavados en la zona sur del Departamento de Lempira, que de nuevo quedaron prácticamente aislados del resto del territorio nacional, se destinaron más de 300 millones de lempiras para el mejoramiento de su colapsada red vial en dicho corredor.

¿Dónde fueron a parar esas partidas millonarias, mientras más de 150 mil habitantes quedaron sufriendo las consecuencias, llevándose a sus enfermos y mujeres parturientas, al vecino país de El Salvador?                                                                                                         

Por eso es que ahora nos inquieta cómo van a manejar éstos los millonarios fondos que se destinarán a la reconstrucción. Miren, las declaratorias de emergencia a través de las cuales se relajan los procesos de compras y contrataciones directas, siempre serán una tentadora invitación a usar los recursos hacia fines electorales, o en el peor de los casos, a que terminen en cuentas personales.

La miseria humana, que no es más que la inacción, la indiferencia, la negligencia y la corrupción, no conoce límites éticos ni valores morales. Y los que administran la gestión pública parecen ser más susceptibles a cometer ese tipo de pecado capital.                                                              

Para la reconstrucción de los bordos fisurados por las turbulentas aguas de los ríos Chamelecón y Ulúa, 5 kilómetros puntualmente, las autoridades anteriores sacaron de la Secretaría de Finanzas 500 millones de lempiras. ¿y a dónde fue a parar ese dinero, siendo que los bordos siguieron, dos años después, igual que como los dejaron las dos tormentas tropicales?

No está de más entonces estar alertas, y muy alertas. Insistimos, los procesos de compras y contrataciones directas siempre serán una tentadora invitación a pescar en rio revuelto.

Las tentaciones afloran las peores miserias humanas, y en un país en donde la fragilidad institucional, moral y pública, el manejo de estos millonarios recursos para la reconstrucción y asistencia a los damnificados, podrían tentar a más de algún administrador de ese dinero.

Recuerden que estamos en los tiempos en los que el populismo electoral y el clientelismo político, también han echado raíces. Se trata de las otras y talvez peores amenazas humanas que deplorablemente se convirtieron en la vulnerabilidad más grave que tiene en completa indefensión al pueblo hondureño.

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