Como plaga de Egipto ha caído el coronavirus. Es una verdadera peste que tiene en vilo al mundo entero por la cifra de muertes que ha ocasionado y sus repercusiones en diversos rubros vitales.

Hasta ayer, la cifra de decesos ocasionados por la peste superaba los 2,100, en tanto que el número de contagiados ha sobrepasado los 74,000.

Los pronósticos son apocalípticos: Expertos de reputación internacional han afirmado que el coronavirus llegará a todo el mundo, mientras los científicos trabajan a toda velocidad en la búsqueda de una vacuna.

En Honduras estamos a la expectativa de cómo evoluciona la peste. La presente semana ha sido prolífica en hechos relacionados. En Japón, un grupo de compatriotas a bordo de un crucero fueron puestos en cuarentena y algunos de ellos comenzaron a desembarcar.

Y desde el epicentro de la enfermedad, en China, hemos recibido el desesperado llamado de una joven estudiante para que el Gobierno gestione su regreso desde donde ha permanecido confinada.

Pero, tal vez el hecho que más causó histeria es la llegada de una señora con procedencia de Taiwán. La mujer fue trasladada desde la terminal aérea de Toncontín a un hospital donde se da seguimiento a su expediente.

El manejo de este caso, el primero por sospecha de coronavirus que se presenta en nuestro país, resultó ser penoso, poco afortunado y -por demás- lamentable.

El tratamiento que se dio a este cuadro es objeto de críticas. ¡Cómo no! Ha sido lastimoso observar cómo los funcionarios y personal de salud no pudieron llevar a cabo los protocolos dictados para tales circunstancias especiales.

Muy cuestionable fue el comportamiento de comunicadores sociales que convirtieron la noticia en un "espectáculo" mediático y no en una cobertura responsable y seria.

Ha sido toda una manifestación de desconocimiento de cómo darle curso a las eventualidades sanitarias, de una respuesta retardada frente a un imprevisto y de una falta de planificación para el resguardo de toda la población.

Se nos ha puesto al frente de países en subdesarrollo, donde prevalecen las desgracias, la ignorancia y el irrespeto. Por encima de todo, está comprobado que no estamos preparados para sostener una emergencia que nos colocaría en riesgo si llegasen a dar positivos casos de coronavirus en nuestro territorio.

Con todo y las calamidades de nuestro sistema sanitario, al menos hay que dar los primeros pasos hacia la elaboración y puesta en vigor de planes de contingencia en "tiempos de pestes mortales".