El conflicto surgido entre las autoridades de la Alcaldía del Distrito Central, los pobladores perjudicados por la ejecución del Proyecto Bosques de Santa María y los desarrolladores de la obra, deja una amplia lectura.

Estos sectores que han emprendido una lucha por la conservación de los recursos forestales, han lanzado un reclamo justo y en sintonía con la realidad que vive no solamente la capital, sino las principales ciudades del país.

Honduras se está quedando sin sus pulmones, su manto verde se reduce y sus fuentes de agua se extinguen. La desesperación prima entre la población que urge por el abastecimiento de agua, el desarrollo de una masiva campaña de reforestación y la construcción de nuevos embalses.

Están en riesgo extensas zonas protegidas de las que dependen la producción de oxígeno y de agua y, en consecuencia, la vida misma de quienes habitamos Honduras.

Un recuento de los daños que sufre nuestro ecosistema nos remite al Parque La Tigra y, más allá, a la biosfera del Río Plátano, donde medran redes criminales dedicadas a labores de descombro de especies forestales desde hace varias décadas. 

Lo mismo sucede en el Cerro Azul Meámbar, la Montaña de Celaque, Parque Jeanneth Kawas, el Refugio Silvestre Cuero y Salado, y otras áreas protegidas, que igualmente han sido el centro de actividades que atentan contra la conservación del ambiente.

Ya no son más áreas de vida silvestre; más bien, son escenarios de una tragedia ecológica sin parangón, en razón que han sido penetradas y destruidos su riqueza ecológica.

Cada vez son más numerosos los grupos dedicados a labores invasivas y de extensión en las reservas forestales que están llevando a convertir nuestro territorio en un desierto, en una superficie hostil para la vida.

¿Hemos tocado fondo? De ello no cabe duda alguna. Las conclusiones tendrían que ser establecidas a partir de lo que ocurre en el terreno de los hechos: Una deforestación inmisericorde y la terrible pérdida de nuestras fuentes de agua.

Es siniestro el futuro de nuestro país si no se adoptan las previsiones que garanticen la preservación de nuestros recursos del bosque, agua y suelo. Esto es una sentencia firme: O revertimos el crimen ambiental o volvemos en razón para rescatar nuestros recursos naturales.